domingo, 22 de abril de 2012

Gernika

Lo que pasó aquellas tres horas largas de aquel día de hierro del 26 de abril de 1937 está claro: aeroplanos alemanes tripulados por aviadores de esa nacionalidad y puestos por Hitler al servicio de Franco arrasaron Gernika. Lo que sigue suscitando controversia 75 años después es el motivo. ¿Porqué la Legión Cóndor destruyó la pequeña ciudad vasca? Historiadores de diferente adscripción ideológica ofrecen explicaciones distintas. El hecho de que ya al día siguiente de producirse el ataque comenzara a librarse una guerra de propaganda en torno al suceso por parte de ambos bandos ha contribuido a emborronar los acontecimientos desde entonces. Hay que recordar que los propagandistas de Franco trataron de negar en primera instancia la humeante obviedad de la destrucción de Gernika y luego la achacaron a que había sido dinamitada ¡por los propios vascos! Aunque nunca faltaron los que, como aquel oficial de Estado Mayor franquista, sacaban pecho y proclamaban ante los periodistas extranjeros: “Pues claro que fue bombardeada. La bombardeamos y la bombardeamos y la bombardeamos, y bueno, ¿por qué no?”.

El eje central de la controversia es si la devastación de la ciudad fue intencionada o una consecuencia indeseada de una operación que perseguía la destrucción solo de objetivos militares, vamos si la destrucción de Gernika fueron lo que luego pasó a llamarse daños colaterales.

A esa idea se abonan los historiadores de la derecha pasados, presentes y seguramente futuros, que tradicionalmente han rebajado además los efectos del bombardeo y el número de aviones y de víctimas y generalmente hacen recaer la responsabilidad total de la acción, por si acaso, en el mando de la Legión Cóndor, es decir en los alemanes, en un intento por exonerar al Alto Mando franquista y sobre todo al propio Franco.

Según la tendencia a considerar el ataque un simple hecho de guerra y a rebajar su intensidad, versión que defiende por ejemplo el historiador español especialista en aviación de la Guerra Civil Jesús Salas Larrazábal, los alemanes, y algunos efectivos aéreos italianos, atacaron Gernika a causa de su valor estratégico y militar al ser un importante nudo de comunicaciones, y punto. Trataron de destruir el puente sobre el río Oca (el llamado puente de Rentería) para evitar la retirada del enemigo hacia las posiciones defensivas de Bilbao, las carreteras y la estación ferroviaria que conectaba con la capital. Fue la humareda y la polvareda causadas por los primeros ataques, la mala visibilidad, lo que habría provocado que las siguientes oleadas de aviones lanzaran sus bombas en el lugar equivocado, concretamente sobre la ciudad. El famoso as de caza alemán Adolf Galland, que participó en la Guerra Civil aunque no estuvo en Gernika, afirmaba que el bombardeo había sido un lamentable error culpa de la impericia de las tripulaciones y las primitivas miras de sus aparatos. El historiador militar alemán Klaus A. Maier concluyó que la destrucción se debió a una desgraciada coincidencia de condiciones desfavorables.

La opinión de que la destrucción de Gernika se debió a falta de puntería ha sido ampliamente cuestionada. Historiadores como Paul Preston sostienen que hay que enmarcar el ataque en los ensayos de las técnicas de bombardeo salvaje que llevaba a cabo la aviación alemana en España y que luego incorporarían a la Blitzkrieg y a la devastación de ciudades en la II Guerra Mundial. El jefe de la aviación de la Cóndor, Wolfram von Richthofen (primo del Barón Rojo), señala Preston en LaGuerra Civil española (Debate, 2006), era un profesional exigente y metódico “firmemente convencido del uso del terror”. Preston y otros historiadores apuntan que el uso masivo en Gernika de bombas incendiarias —absurdas contra un puente de piedra— y el que no se utilizaran los precisos bombarderos en picado Stuka, de los que los alemanes disponían, prueban que la cosa no iba precisamente de ataque fino.

Los testigos mencionan un cielo “negro de aviones” —es decir en formación amplia— y en vuelo a escasa altura que permitía identificar los objetivos. Preston subraya con sorna que “de hecho, parece que fue debajo del puente de Rentería donde los vascos encontraron el refugio más seguro durante el bombardeo de Gernika”.

El historiador estadounidense Herbert Sothworth, al que Preston, tiene por la mayor autoridad mundial en el asunto de la destrucción de Gernika —y cuya obra molestaba tanto a Franco que hizo que Fraga creara un gabinete de estudios sobre la Guerra Civil dirigido por Ricardo de la Cierva para contrarrestar sus trabajos—, consideraba que el bombardeo se realizó a petición del Alto Mando nacional con el objeto de debilitar la moral de los vascos. En general los historiadores progresistas opinan que la jefatura franquista es co-responsable. Otro prestigioso historiador que abona la tesis de la aniquilación premeditada es Antony Beevor. En La Guerra Civil española (Crítica, 2005), describe como las escuadrillas de bombarderos Heinkel 111 y Junker 52, hasta cuarenta aparatos, sobrevolaron en oleadas la ciudad lanzando alrededor de 30 toneladas de bombas mientras los cazas Heinkel 51 “ametrallaban sin piedad a hombres, mujeres y niños y hasta al ganado”. Beevor señala que según el diario personal de Richthofen, el coronel Juan Vigón, jefe de Estado Mayor de Mola, dio su visto bueno al ataque. Beevor concluye que independientemente de que también hubiera objetivos bélicos grandes o pequeños, “lo que se pretendía era llevar a cabo un experimento de entidad para verificar los efectos del terror aéreo”.

Gernika pasó a los anales como la primera ciudad europea devastada por la aviación. Muchas seguirían...

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