viernes, 23 de septiembre de 2011

Alejandro Magno (Parte 10) La batalla de Hidaspes

LA BATALLA DEL HIDASPES 


Cuando Alejandro alcanzó el Hidaspes, descubrió que el ejército del rey Poros estaba ya dispuesto contra él en la orilla opuesta. En los tiempos antiguos, ocurría con frecuencia que las batallas se libraban en los cruces de los ríos, no solamente porque el río constituía un foso defensivo, sino que también era un suministro de agua para las tropas acampadas en sus orillas. En cualquier caso, el Hidaspes no era un mero torrente o una corriente de montaña, ni siquiera un río de tamaño moderado que pudiera ser vadeado fácilmente por puntos adecuados. En esta época del año en particular, era una vía de agua en plena corriente y navegable. 

A pesar de todo, los dos ejércitos eran perfectamente visibles el uno al otro a través de las anchas aguas que como resultado de las condiciones de la estación, principios del verano, eran rápidas y turbulentas. Los efectivos numéricos del ejército de Poros son diversos según los diferentes historiadores de la antigüedad, y las estimaciones modernas no siempre concuerdan en la interpretación de las cifras. El grueso principal del ejército indio parece ser que tenía entre 20000 y 50000 infantes, entre 2000 y 4000 de caballería, de 85 a 200 elefantes y de 300 a más de 1000 cuádrigas. También se nos dice que el hermano de Poros estaba asimismo presente con una fuerza de 4000 de caballería y 100 cuádrigas. Los márgenes son por tanto considerables, y nosotros nos quedaremos con cifras intermedias. 

Alejandro, aparte de una fuerza de 5000 aliados indios, dirigía otras tropas asiáticas procedentes del extremo occidental, pero el núcleo de su ejército era aún el cuerpo de la infantería macedonia y la caballería asociada con las que había cruzado el Helesponto y el ejército con el que se enfrentaba a Poros tenía probablemente no más de 4000 miembros. Había descubierto que tal número le proporcionaba gran movilidad estratégica y táctica, y había demostrado que era capaz de derrotar en batalla a fuerzas asiáticas de cualquier tamaño que pudieran enfrentarse a él. 

Con el Hidaspes crecido no había, por supuesto, posibilidad inmediata de vadear el río. Alejandro comentó públicamente que no tenía inconveniente en esperar hasta los meses de otoño en que las aguas estarían más bajas. No hay duda de que intentaba que tales manifestaciones llegaran a los oídos del enemigo, pero es evidente que había hecho otros planes. 

Poros protegía fuertemente todos los posibles puntos de cruce, y sus elefantes fueron extremadamente útiles en este papel, ya que aterrorizarían a los caballos que se enfrentaran a ellos, haciendo impensable un desembarco de caballería desde balsas o barcas. Sin embargo, como siempre. Alejandro poseía múltiples recursos; antes de iniciar su marcha hasta las fronteras del territorio de Poros había desmantelado los botes y galeras que había utilizado en el Indo. Las naves más pequeñas habían sido divididas en dos partes y las galeras de treinta remos, en tres; las secciones habían sido transportadas en vagones por tierra, y toda la flotilla fue montada de nuevo en el Hidaspes. Desde el principio, estos botes habían podido navegar por el río sin ser molestados, y los indios no habían hecho ningún intento de impedirles la utilización del canal central. 

Durante las semanas siguientes, Alejandro trasladó sin cesar su caballería de arriba abajo de la orilla del río, haciendo tanto ruido como fuera posible. Poros, para impedir la concentración de las tropas de Alejandro en un único punto, envió fuerzas para que marcharan al mismo nivel que los hombres de Alejandro en la otra orilla, guiados por el ruido que los macedonios hacían deliberadamente. Cualquier posible lugar de cruce era protegido inmediatamente por los indios, pero los movimientos de Alejandro eran simples fintas. Ningún ataque se materializó, y finalmente Poros aflojó su vigilancia. Ésta, por supuesto, era la intención de Alejandro. Los macedonios estaban ahora en situación de efectuar un verdadero ataque. Cualquier sonido debido a sus movimientos sería con toda seguridad considerado por su enemigo como una falsa alarma. 

La caballería de Alejandro, mientras se desplazaba arriba y abajo por la orilla del río durante sus tácticas diversionarias, había reconocido al mismo tiempo el terreno buscando lugares de cruce adecuados y había informado a Alejandro. Éste había elegido lo que parecía ser un punto adecuado, y planeó cruzar el río durante la noche. Dejó a su oficial Crátero en la zona donde el ejército macedonio había acampado inicialmente, junto con la unidad de caballería (hiparquía) que este oficial mandaba normalmente, así como con otras unidades agregadas de caballería asiática y tropas indias de la región, hasta un total de 5000 hombres, más dos unidades de la falange macedonia. 

El mismo Alejandro salió hacia el lugar elegido para el cruce con una fuerza también mixta, pero de mayores efectivos. Esta comprendía la vanguardia de la caballería asociada y las unidades de caballería de sus oficiales, Efestion, Perdiccas y Demetrio. Estas unidades eran «hipparquías», de mayores efectivos que los escuadrones que había utilizado en Asia Menor. También mandaba las tropas asiáticas, que incluían arqueros montados, y dos unidades de la falange con arqueros y agríanos. 

El objetivo de dejar tan importante fuerza en el campamento base era, por supuesto, ocultar a Poros el hecho de que él se había ido. Los indios no deberían descubrir el cruce hasta que éste se hubiera realizado. Las órdenes que dio a Crátero eran que si Poros salía con parte de su ejército para enfrentarse al ataque dejando detrás una fuerza de elefantes, los macedonios del campamento base deberían permanecer donde estaban, cubriendo al enemigo de la orilla opuesta. 

Si, contrariamente, Poros abandonaba completamente su posición actual, bien poniéndose en fuga o para enfrentarse a Alejandro, entonces Crátero y sus hombres deberían cruzar sin dudarlo. Ciertamente el peligro principal para la caballería macedonia procedía de los elefantes; una vez éstos se hubieran retirado, el río podría ser atravesado con tranquilidad, sin importar el tipo de fuerzas indias que quedaran. 



Operaciones nocturnas 

El punto seleccionado para la travesía estaba situado a unas 18 millas río arriba del campamento base. En la orilla opuesta había una entrada de tierra donde el río se curvaba, cubierto con maleza, y en medio del río, a lo largo, existía una isla también con una densa vegetación, de tal manera que ocultaría el acercamiento o incluso la presencia de la caballería. A lo largo de la orilla, en el lado macedonio, Alejandro había ya apostado una cadena de piquetes que podían comunicarse entre sí por medios visuales o señales audibles. Debido a sus prácticas anteriores, el enemigo se había acostumbrado a los gritos y a las hogueras nocturnas de estos puestos. 

Cubierto por tales maniobras diversionarias, la marcha de Alejandro se produjo en medio de un gran secreto, y siguió una ruta por tierra que, sin embargo, no era sinuosa. Por el contrario, una ruta terrestre entre dos curvas pronunciadas del río suele ser con frecuencia un atajo. Mientras los macedonios seguían su marcha en medio de la noche, fueron sorprendidos por una tormenta que produjo fuertes lluvias y que, aunque, seguramente, no disfrutaran de ella, probablemente les ayudara a mantener sus movimientos imperceptibles al enemigo. 

En el lugar del cruce, una flota de transbordadores había sido preparada con antelación. Muchas de las barcas eran balsas puestas a flote sobre odres, que habían sido transportadas en vacío hasta ese lugar y posteriormente rellenadas con paja y unidas de tal manera que fueran herméticas. Alejandro había ya utilizado anteriormente esta técnica para transportar a sus tropas de una orilla a otra, tanto en el Danubio como en el Oxus. Pero ahora tenía también galeras de treinta remos, que ya habían prestado servicio en el Indo, y que también habían sido transportadas en secciones por tierra y ensambladas de nuevo donde eran necesarias. 

Cerca de la orilla del río y en una posición intermedia situada entre el campamento base y el punto de cruce, Alejandro había estacionado a sus tres oficiales, Meleager, Atalo y Gorgias, cada uno de ellos al mando de su propia unidad de infantería, con otras agregadas de caballería y de infantería extraídas de las fuerzas mercenarias. Igual que Crátero, esta fuerza recibió la orden de cruzar solamente cuando vieran que el enemigo de la orilla opuesta del río estaba enzarzada en combate en algún otro lugar. El cruce se realizaría en tres oleadas; es fácil adivinar que las naves disponibles no eran suficientes para permitir el tránsito de una sola vez. 

Al amanecer amainó la tormenta. La flotilla avanzaba por el río al frente de Alejandro y su estado mayor en una galera de treinta remos; quedaban al principio fuera de la vista desde la otra orilla, pero al progresar en su avance, se vieron obligados a salir a descubierto; en ese momento, los vigías enemigos iniciaron un frenético galope para informar de su llegada. 

En ese momento, los hombres de Alejandro se encontraron ante dificultades imprevistas, ya que la orilla opuesta, que había parecido ser tierra firme, era en realidad otra isla a la que un canal estrecho, pero profundo, separaba de la tierra firme del otro lado. Los hombres y animales a duras penas consiguieron vadear la rápida corriente, a veces con sólo sus cabezas asomando sobre la superficie del agua. 

Emergiendo finalmente de esta segunda travesía, Alejandro consiguió reunir sus tropas sin ser molestados por el enemigo y sin más dificultades en tierra firme. Hasta donde es posible interpretar un nebuloso texto antiguo, parece que Alejandro avanzó dejando el río a su derecha (es decir, corriente abajo) para enfrentarse con el ejército de Poros, y que marchó en formación semidesplegada. Los Asociados, con su mejor caballería al completo, iban agrupados delante de la infantería, y a la cabeza de ellos marchaban 1000 ballesteros a caballo como pantalla protectora y equipados, lo cual es digno de notar, para enfrentarse a los elefantes desde larga distancia. La caballería principal, compuesta por unos 5000 hombres, iba provista de una protección de flanco formada por arqueros al mando de Tauron, que había recibido la orden de mantener la marcha al ritmo de los caballos tanto tiempo como pudiera. 

Detrás de la caballería marchaban los hypaspistas al mando de Seleuco. La principal falange de piqueros en línea de batalla estaba protegida por los agrianes y los lanzadores de jabalinas en ambos flancos. No conocemos la posición de las unidades de caballería que no tenían asignado un papel en la vanguardia: o bien siguieron detrás en esta fase, o protegieron el flanco izquierdo de los hypaspistas. 

Arriano señala que Alejandro estaba dispuesto, si surgía la ocasión, a combatir contra el ejército completo de Poros solamente con su caballería, pero esto difícilmente puede ser cierto. Aparte de cualquier otra consideración, el objetivo de las tácticas de Alejandro era evitar la confrontación de su caballería con los elefantes. Probablemente dirigiera a sus tropas montadas por delante, simplemente para repeler cualquier ataque de la caballería o de las cuádrigas en el punto de desembarco. De hecho la operación de cruce no había concluido ni incluso después de haber desembarcado su cuerpo principal, ya que no había podido transportar a todas sus fuerzas en una sola oleada. La infantería con la que desembarcó en primer lugar tenía unos 6000 hombres, ciertamente inferior a aquella con la que había salido del campamento básico. 



La reacción india 

Cuando la noticia del cruce llegó a Poros, el rey indio no creyó que éste se hubiera realizado con muchos efectivos, y pensó que una fuerza móvil al mando de su hijo sería suficiente para arreglar la situación. Después de todo, podía ver a los hombres de Crátero, aún acampados frente a él al otro lado del río, y se imaginó que ellos constituían el ejército principal macedonio. Así lo había planeado Alejandro y esperaba que aquél lo creyera. El destacamento indio enviado contra Alejandro estaba compuesto por solamente 2000 efectivos de caballería y 120 cuadrigas. Estas al menos son las cifras escritas por el oficial de Alejandro, Ptolomeo, y aceptadas por Arriano. En cualquier caso, la fuerza de cuadrigas fue puesta en fuga inmediatamente, con unas pérdidas de aproximadamente 400 muertos, entre los que se encontraba el joven príncipe. Los caballos y las cuadrigas fueron en su mayoría capturados. 

Poros entonces se dio cuenta de que no tendría más remedio que emprender la marcha contra Alejandro con la mayor parte de su ejército. Sin embargo, las tropas de Crátero, que preparaban ya el cruce del río, no podían ser ignoradas, por lo que el rey indio dejó un pequeño grupo de hombres para proteger la orilla junto con algunos elefantes que esperaba serían suficientes para amedrentar cualquier ataque de la caballería macedonia. Él mismo se trasladó con el grueso de su ejército en busca de Alejandro; éste estaba compuesto por unos 4000 soldados de caballería, 300 cuadrigas, 200 elefantes y 30000 infantes. La mayor parte del terreno por el que marchaban era cenagoso y difícil; sin embargo, encontró una llanura arenosa que proporcionaría a su caballería libertad de maniobra, por lo que se detuvo allí y se preparó para la batalla. 

La línea de frente indio estaba compuesta por elefantes, colocados aproximadamente a intervalos de 100 pies. Detrás de los elefantes y entre esos intervalos estaba la infantería, protegida en sus expuestos flancos por la caballería y, además, por cuadrigas de guerra en ambos extremos del frente. Cuando Alejandro estuvo a la vista de la disposición india de batalla, se detuvo permitiendo a su infantería descansar mientras la caballería patrullaba a su alrededor. 

Pero antes de entrar en combate contra Poros, Alejandro cambió el mando de las unidades de su propio ejército; sus oficiales de mayor graduación podían ser asignados de maneras diferentes, al no estar su competencia individual limitada a ninguna arma combatiente específica. Coeno fue asignado para mandar la caballería de Demetrio, quien fue probablemente retenido como segundo al mando. Seleuco quedó encargado de los hypaspistas, pero los jefes de las falanges de piqueros eran ahora Taurou y Antigenes. Dado que era posible hacer estos cambios, es fácil ver por qué era conveniente hacerlos precisamente en este momento. Combatir en una batalla es una cuestión diferente a la operación de cruzar un río, por lo que podría ser razonable efectuar estos cambios en el mando. 

Poros disfrutaba de una abrumadora superioridad en efectivos de infantería, pero Alejandro tenía ventaja en la caballería. En todo caso, la cuestión dependía de si la caballería macedonia sería abordada por los elefantes indios obligándola a dispersarse en pleno desorden, o si esta confrontación podía ser evitada. Alejandro la evitó: inició la batalla con un ataque efectuado por sus ballesteros montados, que produjeron un gran desorden entre las formaciones del ala izquierda enemiga. 

Debe recordarse que las cuadrigas de Poros patrullaban en ambas alas por delante de la caballería, y las del lado izquierdo fueron seguramente las que soportaron el primer impacto de los ballesteros montados de Alejandro, pues, presumiblemente, ofrecían grandes blancos a los atacantes, ya que cada cuadriga, según se cree, transportaba seis hombres, de los cuales solamente dos llevaban escudo. 

Parece ser que el rey indio reconsideró el despliegue de su ejército, ya que intentó que su caballería se pusiera al frente de las cuadrigas; sin embargo, Alejandro, con su caballería Asociada cayó sobre los jinetes indios del ala izquierda mientras estos estaban aún avanzando en columnas y antes de que consiguieran desplegarse en línea de batalla. Toda el ala izquierda de Poros fue obligada a ponerse a la defensiva. 

En el otro lado del campo, la caballería del ala derecha de los indios hizo todo lo que pudo para salvar la situación. Barrieron la planicie central para contraatacar el flanco de Alejandro. La previsible oposición de la caballería del flanco izquierdo de la infantería macedonia fue muy pequeña o estaba demasiado lejos para impedir la maniobra india. Sin embargo, Ceono, el oficial de Alejandro, actuando sobre el plan previamente establecido, se separó de los otros Asociadas y dirigió a su caballería en una trayectoria circular (probablemente al galope), para aparecer a la retaguardia del contraataque indio en su avance transversal del campo de batalla. Es posible que, con el fin de efectuar esta operación, Соеno pasara por la retaguardia de la infantería macedonia en pleno avance impidiendo que el enemigo pudiera observar su aproximación. Lo cierto es que apareció ante ellos repentina e inesperadamente, cuando el ala derecha india estaba ya casi enfrentada a brazo partido con los Asociados de Alejandro. 

En ese momento los indios se encontraban inmersos en una batalla en dos frentes que no podían evitar. Reaccionaron dividiendo sus fuerzas y orientándolas en dos direcciones diferentes al mismo tiempo, contra Alejandro y contra Coeno. Esto implicaba tener que realizar algunos cambios. Alejandro giró repentinamente hacia el interior y les atacó mientras se encontraban en medio de la maniobra. Sin intentar siquiera aguantar el violento ataque de la caballería Asociada, los indios se replegaron para protegerse entre los elefantes. 



La derrota de Poros 

Fue entonces cuando los elefantes demostraron lo que valían. No se limitaron a su función puramente defensiva, sino que avanzaron contra los infantes macedonios, a pesar de la lluvia de saetas procedentes de los arqueros y lanzadores de jabalinas, destrozando salvajemente la falange de piqueros y pisoteando a los enemigos bajo sus patas o utilizando sus colmillos y trompas con una eficacia tal que seguramente se debía a su entrenamiento militar. 

Los jinetes indios recuperaron entonces la confianza e hicieron una última salida contra la caballería de Alejandro, pero fueron repelidos una vez más entre los elefantes. En esta fase la batalla tenía un aspecto poco usual, puesto que la caballería de ambos bandos, en lugar de estar distribuida en las alas, estaba concentrada en el centro, en una masa densa y confusa. 

Sin embargo, el ataque de los elefantes pronto perdió su fuerza inicial. Sus conductores eran también vulnerables a las jabalinas y flechas, y los macedonios estaban en una situación que les permitía ceder ante ellos, cuando así lo dictaba la prudencia, para renovar la ofensiva cuando los animales estaban cansados. También los elefantes resultaban heridos con frecuencia y enloquecidos hasta tal punto que eran incontrolables aunque no hubieran perdido a sus respectivos conductores. 

La caballería india estaba, a diferencia de los macedonios, acorralada en un área cada vez más pequeña entre los elefantes. Era una experiencia ya conocida en las guerras antiguas que los elefantes atemorizados y descontrolados hacían tanto daño a sus propios dueños como al enemigo. En esta ocasión, los elefantes de Poros no fueron ninguna excepción: los indios, apretados y amontonados entre aquéllos, eran pisoteados y aplastados. Mientras tanto, la infantería india, desprovista del apoyo de la caballería, elefantes o cuádrigas, no podía rivalizar con la falange de piqueros macedonia cuando ésta avanzó hacia ellos con sus escudos juntos. 

Finalmente, cuando todas las armas del ejército de Poros quedaron extenuadas, aparecieron la caballería e infantería de Alejandro rodeando y capturando a los elefantes que habían quedado reducidos a una función estática, dando golpes con las trompas y barritando en patética protesta. En esta acción, la caballería india fue aniquilada como fuerza de combate, y los hombres de Poros que consiguieron descubrir una brecha en las líneas envolventes enemigas se pusieron en fuga. Sin embargo, la huida tampoco les salvó, ya que Crátero y los otros macedonios estacionados en la orilla oeste del Hidaspes cruzaron el río en ese momento, interceptando a los extenuados fugitivos. 

Poros, un hombre gigantesco, montado sobre un elefante y protegido por un fuerte peto, había, a diferencia de Darío, continuado combatiendo hasta el final. Sólo cuando fue herido y cayó desvanecido abandonó la pelea. Alejandro envió a su aliado, el rey indio Taxiles, en persecución de Poros para invitarle a rendirse, pero éste desde los lomos de su elefante amenazó a Taxiles con su lanza haciéndole retroceder. Se envió un segundo embajador, cuyas relaciones con Poros habían sido en el pasado mejores, y el rey indio fue finalmente inducido a desmontar de su elefante y parlamentar con Alejandro quien, lleno de admiración por tan valiente enemigo, y probablemente también atento a otras consideraciones diplomáticas, le garantizó las honrosas condiciones que requería y pactó una alianza con él. 

En la batalla y en la subsiguiente persecución se estiman unas pérdidas de 3000 miembros de la caballería india; 20000 infantes fueron muertos y todas las cuádrigas quedaron destrozadas. Los elefantes supervivientes se transformaron en botín de los vencedores. Una vez más nos queda la impresión de que las batallas de la antigüedad eran una especie de acontecimiento atlético violento, en el que la masacre era el castigo por la derrota.

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