martes, 27 de septiembre de 2011

Alejandro Magno (Parte 12) Después de Alejandro

DESPUÉS DE ALEJANDRO 

Filipo Arhideo, el hermanastro de Alejandro, quien probablemente había acompañado al ejército hasta Asia Menor en el año 334 a.C., estaba en Babilonia a la muerte de Alejandro. El hijo de Filipo II y su amante tesalia Filina, Arhideo, era reconocido generalmente como el sucesor legal al trono de Macedonia, aunque su poder era meramente nominal. De hecho era un ingenuo, lo cual era un gran activo político para el que pudiera conseguir ser su custodio. Finalmente cayó en las manos de Olimpias, la madre de Alejandro, la cual, celosa de su propia posteridad, le hizo asesinar en el 317 a.C.

El hijo póstumo de Alejandro con Roxana, aún un niño, reinó a continuación como Alejandro IV de Macedonia. Pero él y su madre fueron asesinados en el año 310 por Cassander, hijo del regente Antipater (que había muerto en el año 319). Cassander se deshizo sin piedad de todos sus posibles rivales, al verse a sí mismo como el heredero natural al trono de Macedonia. 

Si la familia de Alejandro no heredó Macedonia, tampoco Macedonia heredó el imperio persa. Los territorios occidentales conquistados por Alejandro estaban, en el año 321 a.C, bajo el control de Antigono, inicialmente gobernador de Alejandro en Frigia (al noroeste del Asia Menor). Antigono se consideraba a sí mismo como el único heredero de todo el imperio de Alejandro y rápidamente se deshizo de dos oficiales de Alejandro que le disputaban su pretensión. EI suyo era el más fuerte de todos los reinos sucesorios, pero más tarde una combinación de otros dirigentes se alzó contra él: Seleuco, que gobernaba al este de Babilonia, Ptolomeo, que gobernaba Egipto, Cassander en Macedonia y Lisimaco en Tracia. 

Esta poderosa alianza consiguió la derrota y muerte de Antigono en Ipso, en Frigia, en el año 301 a.C. El resultado fue que los reinos de los sucesores de Alejandro permanecieron separados hasta el siglo II a.C., en que uno tras otro fueron cayendo bajo el poder de Roma. El último representante de la dinastía macedonia fue la famosa Cleopatra, amada por Julio César y Marco Antonio, que se suicidó en el año 30 a.C. 

La dominación macedonia en el noroeste de la India no sobrevivió mucho tiempo la retirada de Alejandro. El Punjab fue pronto tomado por Chadragupta Maurya, el rey indio conocido por los griegos como Sandrakottos. Sin embargo, mientras declinaba el poder mauriano, la India fue conquistada de nuevo por los reyes de habla griega sucesores de los gobernadores y jefes de guarniciones de Alejandro en Bactria y Afganistán. Estos penetraron hasta el valle del Ganges, aunque nunca consolidaron esas conquistas tan al este. 

Monedas con inscripciones en griego e indio son la prueba la existencia de unos cuarenta reyes indo-griegos durante el III-II siglo a.C. Uno de ellos, Meander, que gobernó desde el año 155 hasta el año 130 a. C., sobrevive en la tradición india como Milinda, un sabio y justo monarca que se convirtió al budismo.


Alejandro Magno (Parte 1)
Alejandro Magno (Parte 2)
Alejandro Magno (Parte 3)
Alejandro Magno (Parte 4)
Alejandro Magno (Parte 5)
Alejandro Magno (Parte 6)

Alejandro Magno (Parte 7)

Alejandro Magno (Parte 8)

Alejandro Magno (Parte 9)
Alejandro Magno (Parte 10) 

Alejandro Magno (Parte 11)

Fotos de las SS en el Frente Oriental 1941-1945 (Parte 3)

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
En algún lugar de los bosques en el sector norte del frente oriental, las Waffen-SS cruzan cuidadosamente un río.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
La infantería de las SS apoyadas por un tanqueTiger de las SS-Panzer-Division "Das Reich" avanza a lo largo de la cima de una pequeña depresión en la batalla frente del este alrededor de Bjelgorod-Orel.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
Bajo el ataque de una avanzada soviética de reconocimiento, un cañón  de las Waffen-SS entra en acción.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
Tropas de la SS-Panzer-Division Grenadier-Leibstandarte-SS Adolf Hitler- les dan la bienvenida como libertadores del yugo del bolchevismo por los jubilosos habitantes de Ucrania.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
MIembros de la SS-Division Totenkopf maniobra en un pontón improvisado transportanto de tropas y un arma anti-tanque a través de un ancho río.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
La batalla del cerco de Uman. Los artilleros de las Waffen-SS se abren paso en las posiciones de Rusia el 3 de septiembre de 1941. Por la actitud de los soldados parece que estaban viendo los efectos de su ataque de artillería sin necesidad de ponerse a cubierto.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Fotos de las SS en el Frente Oriental 1941-1945 (Parte 2)

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
Los hombres de una unidad motorozida de las Waffen-SS de pie alrededor de sus máquinas hablando el uno al otro y tratando de mantener el calor durante un descanso en su patrulla.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
 Cubierto por una capa de polvo fino, este soldado sonríe ante la cámara.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
De manera relajada, pues  la resistencia debió ser leve y la oposición enemiga fue superada rápidamente, las tropas de la SS-Panzer-Division-Crenadier  "Wiking" miran los edificios en llamas.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
En la fotografía vemos un vehículo blindado y una caravana de camiones de las SS al lado del camino. En un segundo plano vemos los edificios en un segundo plano y a algunos  miembros de la infantería de las Waffen SS subiendo a la parte trasera de los camiones. Esta fotografía parece indicar que el incidente había terminado.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
Un soldado con una ametralladora y sus compañeros están charlando tras cumplir su misión.
Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
En la fotografía vemos miembros de las Waffen-SS de infantería bajando de sus camiones.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
Los soldados calentandose las manos en un pequeño fuego. Están vestidos con abrigos de camuflaje que, además de dar calor, ofrecían camuflaje.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
Blindados y tropas en motocicleta se mueven en convoy hacia su objetivo en algún lugar en el frente oriental. La "G" grande con letras blancas que aparece en estos vehículos que parecen formar parte del Ejército del Grupo Cuderian.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
Casi todos los presos de la fotografía parecen ser mongoles y la mujer de la derecha aún llevaba un reloj de pulsera y tiene una pluma en el bolsillo superior. El contraste entre las características de los prisioneros y el del soldado de las Waffen-SS, que ha retirado su casco de acero es muy obvio.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
Estas interesantes fotografías muestran a un grupo de soldados del Ejército Rojo capturado por una unidad de las Waffen-SS. Sin embargo, ninguno de los prisioneros parecen estar usando los elementos del equipo militar, el cual fue retirado antes de tomar la fotografía.


Alejandro Magno (Parte 11) Retorno a Babilonia


RETORNO A BABILONIA

Alejandro hizo de Poros un aliado y le reconcilió con Taxiles. Además de Hidaspes, fundó dos nuevas ciudades, Nicea y Bucéfala, esta última nombrada en honor de su famoso caballo que había muerto allí a causa de su edad. Dio a sus hombres un descanso de un mes, y en ese tiempo recibió refuerzos de las tropas tracias reclutadas por su gobernador en la zona del Caspio. Al recibir noticias de desafección en Assacenia, un territorio montañoso (modernamente identificado por Bajaur y Swat), que había conquistado previamente en su marcha hacia el valle del Indo, envió allí tropas para restablecer la situación.

Pero Alejandro fue desafiado de nuevo por un segundo rey indio llamado Poros. (Uno sospecha que la forma griega de este nombre representa lo que era en realidad un título indio.) Este segundo Poros huyó enseguida ante el avance de Alejandro, pero éste le persiguió ansiosamente cruzando el turbulento río Acesines (Chenab) v el más tranquilo Hydraotes (Ravi). Esto le ocasionó un conflicto con la tribu de Cathaei, y las hostilidades subsiguientes requirieron de nuevo que ejercitara su versátil genio militar. Finalmente marchó hacia el río Hyphasis (Beas).

Se insinúa en las páginas de Arriano que Alejandro tenía la esperanza de llegar a la «Corriente del Océano», que según las suposiciones geográficas de los griegos rodeaba la masa de tierra del mundo; sin embargo, sus hombres cada vez le seguían con menor entusiasmo. Al observar su frágil moral, intentó atraerles con un discurso apasionado; tras el prolongado silencio que siguió a la oratoria de Alejandro, Coeno, valientemente, expresó en voz alta la poca disposición del ejército para seguirle. Esto enfureció a Alejandro con todo el ejército en general y con Coeno en particular, y permaneció resentido en su tienda durante dos días. Cuando vio que los soldados no mostraban ningún arrepentimiento por haber herido su susceptibilidad, se dio cuenta de que, finalmente, había llegado la hora de efectuar una más o menos elegante retirada.

Pero incluso en el transcurso de esta retirada se produjeron todavía combates y ocurrieron aún dramáticos sucesos. Alejandro se vio implicado en una guerra feroz contra los Malli, una tribu del valle del Indo que había simpatizado con el Cathaei. Impaciente por el lento progreso conseguido por los hombres que llevaban las escalas contra la muralla enemiga, el mismo Alejandro tomó una escalera y apareció al poco en las almenas solo y sin ayuda, ofreciendo un magnífico blanco recortado sobre el cielo. Dándose cuenta de su expuesta posición, saltó hacia el interior de las murallas de la ciudad, desafiando a toda la guarnición prácticamente solo y sin ayuda todavía. Fue abatido y herido casi mortalmente. Uno de los oficiales que le rescató resultó muerto. Con el tiempo justo, los macedonios forzaron la puerta situada más abajo. Alejandro estuvo a punto de morir en esta ocasión, por lo que los macedonios, en vengaza, masacraron a todos los hombres, mujeres y niños de la ciudad capturada.

Mientras se recuperaba de su casi mortal herida, Alejandro dirigió la construcción de una gran flota en el Hidaspes, y al mando de ella se abrió paso corriente abajo hasta el Acesines y finalmente, hasta el Indo. Consideraciones de índole política y militar le habían inducido a enviar a Crátero y el grueso de su ejército en la marcha de vuelta a casa a través de Arachosia y de la ciudad de Alejandría (Kandahar) que había fundado allí. Sin embargo, el misino Alejandro se vio inclinado a seguirle después de realizar algunas exploraciones y descubrimientos. Reunió a las tropas restantes y a la flota acompañante en Pattala, en la desembocadura del delta del Indo, en preparación para una doble expedición simultánea por tierra y por mar.

Antes de partir, Alejandro exploró las dos bocas del Indo. La flota, que teóricamente hubiera debido navegar a su altura mientras dirigía sus fuerzas terrestres hacia el oeste, se vio retrasada por el monzón, de forma que él y sus hombres pronto perdieron contacto con los buques que navegaban al mando de su almirante Nearcho. Las tripulaciones de Nearcho se quedaban frecuentemente aterrorizadas por las condiciones poco familiares del océano Indico, que incluían fenómenos tales como mareas y ballenas. Sufrieron muchas privaciones e infortunios, y algunos barcos se perdieron.

La fuerza terrestre sufrió aún más terriblemente, mientras vagaba por el desierto Gedrosiano (el moderno Makran, hoy aún desolado). Al principio llevaban consigo lujosos botines adquiridos en sus guerras del este, así como mujeres y niños. Sin embargo, pronto tuvieron que quemar el botín y matar a muchos de sus animales de carga para utilizarlos como alimento. Aunque torturados por la sed, encontraron el desastre precisamente en una torrentera, cuando una débil corriente de agua les había animado a levantar un campamento; un chubasco imprevisto en las distantes montañas convirtió la pequeña corriente, sin previo aviso, en una violenta riada, y muchas mujeres y niños murieron ahogados. Durante esta marcha se produjeron considerables bajas, tanto entre los hombres como entre los animales. Los enfermos o extenuados eran abandonados donde caían, pues ninguno tenía fuerzas para ayudarlos o transportarlos. Cuando un viento violento borró las referencias terrestres y la arena ocultó las huellas, los guías de Alejandro, que no sabían leer las estrellas, le abandonaron. Ante esta emergencia, Alejandro tomó el mando personalmente y, utilizando su sentido de la orientación, dirigió a sus desesperados hombres hasta el mar, donde descubrieron un manantial de agua dulce en una playa de guijarros; abastecidos por una sucesión de manantiales de ese tipo, continuaron su marcha a lo largo de la costa durante siete días.

Finalmente, Alejandro contactó con Crátero tierra adentro, en Carmania (Kerman); éste le proporcionó animales de carga y elefantes, que fueron muy bien recibidos, por lo que el resto de la marcha se hizo en condiciones relativamente civilizadas. A la entrada del Golfo Pérsico, los hombres de Nearcho se habían unido a los rezagados de habla griega del ejército de Alejandro y, con un pequeño grupo, el mismo Nearcho se aventuró dirigiéndose hacia el norte para encontrarse con Alejandro.

Sin embargo, tras ese emocionante encuentro, las expediciones por tierra y mar continuaron por separado. Nearcho navegó Golfo Pérsico arriba primero hasta la desembocadura del Éufrates y luego hasta la del Tigris, uniéndose finalmente a Alejandro en Susa. Los relatos de la época acerca de la histórica travesía difieren ampliamente. Pero lo más probable sea que Nearcho navegara desde la desembocadura del Indo al final de los monzones procedentes del suroeste, en octubre del 325 а.С., y llegara a Susa en la primavera del 324.

En el último año de su vida, Alejandro se enfrentó a un amotinamiento más grave que la resistencia pasiva a la que había cedido en el Hyphasis. Éste ocurrió en Opis, a unas cien millas al norte de Babilonia. El despido de veteranos macedonios y el reclutamiento de persas en la falange habían sido extremadamente mal recibidos. Alejandro ejecutó sumariamente a los líderes del grupo amotinado y aplacó al resto con su vibrante oratoria. Pero sus actitudes cosmopolitas y su política internacional siguieron siendo en todos los lugares una fuente de problemas. En su ausencia, se habían dado casos de corrupción en el corazón de su recientemente establecido imperio. Harpalo, encargado del control fiscal, había sido hallado culpable de graves irregularidades y huyó de la justicia a Grecia. El primer impulso de Alejandro fue seguirlo y detenerlo, pero enseguida llegó la noticia de que el fugitivo había sido asesinado por sus propios subordinados.

Sean cuales fueran los sentimientos de los macedonios, Alejandro no modificó sus planes de una fusión nacional. Su objetivo no era una sociedad multirracial, sino una fusión de culturas, naciones y razas. Como fomento de este ideal, obligó a sus oficiales macedonios a que tomaran esposas orientales: nadie podría decir que no había predicado él mismo con el ejemplo. También había decidido hacer de Babilonia la capital de su imperio.

Parece ser que en las últimas etapas de su carrera el carácter de Alejandro se deterioró, siendo más que nunca propenso a los golpes caprichosos y a la auto indulgencia, vicios ambos que los griegos asociaban particularmente con el despotismo. También aceptó los honores cuasi divinos que le fueron otorgados por una aduladora diputación griega. Quizás sus aspiraciones divinas habían sido estimuladas en una fecha anterior, con ocasión de su visita al oráculo libio de Amón.

La fama de sus conquistas orientales se había extendido incluso hasta el Mediterráneo occidental, y mientras se hallaba cerca de Babilonia en el año 324 fue honrado por embajadas amistosas procedentes de Libia, Cartago, España y Gaul. Quizás si hubiera vivido más tiempo hubiera vuelto sus pensamientos a la conquista del oeste, pero en esta época estaba planeando una expedición a Arabia, inspirada evidentemente por el reconocimiento efectuado por Nearcho.

Sus preparativos, particularmente la construcción de una flota para las operaciones en el Golfo Pérsico, fueron interrumpidos por su muerte, que siguió a unas repentinas fiebres, en el año 323 a.C. No nombró ningún sucesor. No era la primera vez que su vida había estado en peligro debido a la enfermedad o las heridas, y en esas ocasiones anteriores nunca había mostrado ninguna inclinación a designar un sucesor. De hecho, en la batalla la muerte le había amenazado continuamente, aunque tal perspectiva nunca, aparentemente, le había hecho pensar en la cuestión de la sucesión. Según Arriano, estuvo imposibilitado para hablar durante las últimas veinticuatro horas de su vida: sin embargo, Curtio le representa hablando coherentemente hasta los últimos momentos antes de su muerte. O bien no quiso señalar un sucesor, o le era indiferente. El resultado fue que sus principales oficiales parcelaron su vasto imperio repartiéndoselo entre ellos mismos y sus propios sucesores, que, como extravagantes señores de la guerra, continuaron combatiendo entre sí durante los dos siglos siguientes. Esto posiblemente fuera algo que Alejandro había previsto y a lo cual estaba resignado.

Quizá la política no fuera tampoco su última razón. Los últimos años de su vida arrojaron una nueva luz sobre su carácter, y podríamos considerarle como un explorador obsesivo que combatió por todo el mundo quizá porque ésta era la única manera posible de explorarlo, y sus enemigos eran simplemente aquellos que intentaban impedirle ir adonde quería cuando lo deseaba.


Alejandro Magno (Parte 1)
Alejandro Magno (Parte 2)
Alejandro Magno (Parte 3)
Alejandro Magno (Parte 4)
Alejandro Magno (Parte 5)
Alejandro Magno (Parte 6)

Alejandro Magno (Parte 7)

Alejandro Magno (Parte 8)

Alejandro Magno (Parte 9)
Alejandro Magno (Parte 10) 

viernes, 23 de septiembre de 2011

Nelson Mandela


El líder sudafricano pasó casi 28 años entre rejas por su lucha contra el régimen segregacionista de su país

La lucha contra el apartheid en Sudáfrica fue un esfuerzo colectivo. Estuvo protagonizada por la amplia y anónima mayoría negra del país, orientada por varios dirigentes de su raza, apoyada por algunos líderes blancos y acompañada por la indignación internacional. Pese a ello, fue un solo hombre, recluido en prisión durante casi tres décadas, quien simbolizó la causa contra el régimen segregacionista. Su destino individual se identificó tan estrechamente con el de sus compatriotas negros que su liberación, hace veinte años, encarnó el triunfo del movimiento contra la opresión blanca. Poco después, en efecto, Sudáfrica celebrabó sus primeras elecciones multirraciales y el llamado "preso político más famoso del mundo" recibía el premio Nobel de la Paz, se convertía en el primer presidente negro del estado y se erigía en un referente mundial de integridad moral, concordia social y valores democráticos.

Resistencia activa

Fue en la universidad, estudiando Derecho en Johannesburgo, donde Nelson Mandela comenzó su trayectoria política. La Segunda Guerra Mundial estaba en su apogeo cuando este hijo de un noble empobrecido de la tribu tembu se afilio al Congreso Nacional Africano (CNA), el partido que defendía desde principios del siglo  XX  las reivindicaciones de la población negra. Sin embargo, ni él ni otros jóvenes que destacarían en la emancipación racial del país sintonizaban con la línea de esta formación, para ellos demasiado blanda ante la cerrazón monolítica del gobierno blanco. Mandela integro con Oliver Tambo, Walter Sisulu y otros militantes de su edad un ala más radical del CNA. El grupo, combativo en el plano jurídico, pero fiel a la no violencia, creció dentro del partido hasta ser el sector mas representativo. Logro, además, llevar su mensaje hasta los rincones más remotos del país, haciendo del CNA la fuerza política por antonomasia de la abusada ciudadanía negra. No obstante, el crecimiento exponencial de los simpatizantes se topo con una dura realidad. Los comicios de 1948, exclusivos para descendientes de europeos, dieron la victoria al Partido Nacional, una agrupación cuya vertiente conservadora había apoyado al nazismo durante la guerra. Debido a sus ideas racistas (en parte sustentadas por la creencia de la Iglesia Reformista Holandesa de que los bóers, o campesinos neerlandeses, eran el pueblo elegido), esta formación empezó a sancionar leyes que, en conjunto, establecieron el apartheid.

Una causa justa

El CNA respondió a esta nueva vuelta de tuerca de la supremacía blanca orquestando huelgas, boicots y otros actos de desobediencia civil. Mandela se contaba entre los principales promotores de esta campana de agitación. No en vano, defendía un ejercicio pleno de la ciudadanía para todos las sudafricanos sin importar su color de piel, una reforma agraria que redistribuyera las tierras con justicia, el derecho a la agrupación en sindicatos y programas educativos que respetaran las culturas nativas.
Junto con su activismo político, creo con Tambo uno de los primeros bufetes de abogados negros para brindar asesoramiento, muchas veces gratuito, a los más castigados de su etnia. Estas posturas condujeron a que el gobierno lo acusara de ser comunista y lo obligara a permanecer seis meses bajo vigilancia en Johannesburgo. Pero la presión del Ejecutivo comenzó a adquirir tintes de una autentica vendetta personal más tarde. Cuando, tras corredactar la denominada Constitución de la Libertad, que consagraba en nombre del CNA la igualdad entre blancos y negros, Mandela fue llevado a juicio con otros 155 miembros del movimiento antiapartheid bajo cargos de traición. Mientras se celebraba el macroproceso, un acontecimiento atroz dinamito cualquier entendimiento que hubiera podido instrumentarse entre las autoridades y la población negra. En 1960, en la localidad de Sharpeville, la policía disparó a mansalva a los manifestantes de una protesta contra los pases que debían presentar los no europeos para acceder a las áreas con predominio blanco. Hubo 68 muertos y 180 heridos, entre ellos mujeres y niños. No conforme con la masacre, el gobierno ilegalizo al CNA por incitar a la quema de esas credenciales.

El reo numero 466/64

Mandela, ya convertido en el jefe indiscutible del partido proscrito, replicó el fuego con fuego pese a su mentalidad pacifista. Organizó una guerrilla, llamada Lanza de la Nación, desde la que comandó atentados con bomba durante un año y medio, mientras recababa respaldos internacionales mediante viajes clandestinos al resto del continente. La Unión Sudafricana, a todo esto, se reconstituyó en la República de Sudáfrica, un país agobiado por las tensiones interétnicas y cada día más aislado al romper lazos con la mientras recababa respaldos internacionales mediante viajes clandestinos al resto del continente. La Unión Sudafricana, a todo esto, se reconstituyó en la República de Sudáfrica, un país agobiado por las tensiones interétnicas y cada día más aislado al romper lazos con la Commonwealth (comunidad británica de naciones) y ser sancionado por la ONU debido al apartheid. Finalmente, Mandela fue apresado bajo la acusación de alta traición, lo que podía acarrearle una condena a la pena capital. Su respuesta al tribunal, sin embargo, fue dicha alto y claro: "Una sociedad libre y democrática [...] -declaró al concluir su alegato- es un ideal por el que estoy dispuesto a morir". No hizo falta este sacrificio. La corte, temerosa de agravar aun más una situación muy delicada, opto por sentenciarlo a cadena perpetua. La estrategia oficialista consistía en que la población negra olvidara con el tiempo al prisionero numero 466/64. Primero en la penitenciaría de máxima seguridad de Robben Island y luego en otros centros, el líder del CNA tuvo que apelar a lo mejor de sí mismo para poder soportar casi 28 años de cautiverio sin esperanzas de libertad a la vista y sin claudicar en sus convicciones. El gobierno intento varias veces que renunciara a sus ideales a cambio de la excarcelación. "Solo los hombres libres pueden negociar", contesto en una de esas ocasiones, refiriéndose tanto a su persona como al apartheid aun vigente. Si había libertad, debía ser incondicional.

De hombre a símbolo

Mientras, su esposa Winnie, generaciones posteriores de antisegregacionistas, nuevos disturbios interraciales con desenlace sangriento y otras reivindicaciones mas amables, entre ellas un megaconcierto en su honor televisado a todo el mundo en 1988, mantuvieron encendido en la memoria colectiva el recuerdo de Mandela. Ya era un hombre anciano cuando, un par de años después, la presión interna e internacional, un presidente abierto al dialogo -el reformista Frederik de Klerk- y una tuberculosis que amenazo con hacer un mártir del reo convencieron a la minoría blanca de Sudáfrica de que el régimen racista era insostenible. Únicamente la liberación del ilustre prisionero, de talante conocidamente conciliador, salvaría a la Republica de más estallidos sociales, bloqueos comerciales y condenas de la ONU. Nelson Mandela había ingresado en la cárcel como un influyente dirigente político. Tres décadas más tarde, dejaba atrás los barrotes y se mostraba como un líder que desbordaba el oficio de estadista y las fronteras de su país. Como el símbolo viviente de que un mundo mejor es posible si se trabaja por el con entereza, generosidad y constancia al servicio de la dignidad humana.

Nelson Mandela

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Alejandro Magno (Parte 10) La batalla de Hidaspes

LA BATALLA DEL HIDASPES 


Cuando Alejandro alcanzó el Hidaspes, descubrió que el ejército del rey Poros estaba ya dispuesto contra él en la orilla opuesta. En los tiempos antiguos, ocurría con frecuencia que las batallas se libraban en los cruces de los ríos, no solamente porque el río constituía un foso defensivo, sino que también era un suministro de agua para las tropas acampadas en sus orillas. En cualquier caso, el Hidaspes no era un mero torrente o una corriente de montaña, ni siquiera un río de tamaño moderado que pudiera ser vadeado fácilmente por puntos adecuados. En esta época del año en particular, era una vía de agua en plena corriente y navegable. 

A pesar de todo, los dos ejércitos eran perfectamente visibles el uno al otro a través de las anchas aguas que como resultado de las condiciones de la estación, principios del verano, eran rápidas y turbulentas. Los efectivos numéricos del ejército de Poros son diversos según los diferentes historiadores de la antigüedad, y las estimaciones modernas no siempre concuerdan en la interpretación de las cifras. El grueso principal del ejército indio parece ser que tenía entre 20000 y 50000 infantes, entre 2000 y 4000 de caballería, de 85 a 200 elefantes y de 300 a más de 1000 cuádrigas. También se nos dice que el hermano de Poros estaba asimismo presente con una fuerza de 4000 de caballería y 100 cuádrigas. Los márgenes son por tanto considerables, y nosotros nos quedaremos con cifras intermedias. 

Alejandro, aparte de una fuerza de 5000 aliados indios, dirigía otras tropas asiáticas procedentes del extremo occidental, pero el núcleo de su ejército era aún el cuerpo de la infantería macedonia y la caballería asociada con las que había cruzado el Helesponto y el ejército con el que se enfrentaba a Poros tenía probablemente no más de 4000 miembros. Había descubierto que tal número le proporcionaba gran movilidad estratégica y táctica, y había demostrado que era capaz de derrotar en batalla a fuerzas asiáticas de cualquier tamaño que pudieran enfrentarse a él. 

Con el Hidaspes crecido no había, por supuesto, posibilidad inmediata de vadear el río. Alejandro comentó públicamente que no tenía inconveniente en esperar hasta los meses de otoño en que las aguas estarían más bajas. No hay duda de que intentaba que tales manifestaciones llegaran a los oídos del enemigo, pero es evidente que había hecho otros planes. 

Poros protegía fuertemente todos los posibles puntos de cruce, y sus elefantes fueron extremadamente útiles en este papel, ya que aterrorizarían a los caballos que se enfrentaran a ellos, haciendo impensable un desembarco de caballería desde balsas o barcas. Sin embargo, como siempre. Alejandro poseía múltiples recursos; antes de iniciar su marcha hasta las fronteras del territorio de Poros había desmantelado los botes y galeras que había utilizado en el Indo. Las naves más pequeñas habían sido divididas en dos partes y las galeras de treinta remos, en tres; las secciones habían sido transportadas en vagones por tierra, y toda la flotilla fue montada de nuevo en el Hidaspes. Desde el principio, estos botes habían podido navegar por el río sin ser molestados, y los indios no habían hecho ningún intento de impedirles la utilización del canal central. 

Durante las semanas siguientes, Alejandro trasladó sin cesar su caballería de arriba abajo de la orilla del río, haciendo tanto ruido como fuera posible. Poros, para impedir la concentración de las tropas de Alejandro en un único punto, envió fuerzas para que marcharan al mismo nivel que los hombres de Alejandro en la otra orilla, guiados por el ruido que los macedonios hacían deliberadamente. Cualquier posible lugar de cruce era protegido inmediatamente por los indios, pero los movimientos de Alejandro eran simples fintas. Ningún ataque se materializó, y finalmente Poros aflojó su vigilancia. Ésta, por supuesto, era la intención de Alejandro. Los macedonios estaban ahora en situación de efectuar un verdadero ataque. Cualquier sonido debido a sus movimientos sería con toda seguridad considerado por su enemigo como una falsa alarma. 

La caballería de Alejandro, mientras se desplazaba arriba y abajo por la orilla del río durante sus tácticas diversionarias, había reconocido al mismo tiempo el terreno buscando lugares de cruce adecuados y había informado a Alejandro. Éste había elegido lo que parecía ser un punto adecuado, y planeó cruzar el río durante la noche. Dejó a su oficial Crátero en la zona donde el ejército macedonio había acampado inicialmente, junto con la unidad de caballería (hiparquía) que este oficial mandaba normalmente, así como con otras unidades agregadas de caballería asiática y tropas indias de la región, hasta un total de 5000 hombres, más dos unidades de la falange macedonia. 

El mismo Alejandro salió hacia el lugar elegido para el cruce con una fuerza también mixta, pero de mayores efectivos. Esta comprendía la vanguardia de la caballería asociada y las unidades de caballería de sus oficiales, Efestion, Perdiccas y Demetrio. Estas unidades eran «hipparquías», de mayores efectivos que los escuadrones que había utilizado en Asia Menor. También mandaba las tropas asiáticas, que incluían arqueros montados, y dos unidades de la falange con arqueros y agríanos. 

El objetivo de dejar tan importante fuerza en el campamento base era, por supuesto, ocultar a Poros el hecho de que él se había ido. Los indios no deberían descubrir el cruce hasta que éste se hubiera realizado. Las órdenes que dio a Crátero eran que si Poros salía con parte de su ejército para enfrentarse al ataque dejando detrás una fuerza de elefantes, los macedonios del campamento base deberían permanecer donde estaban, cubriendo al enemigo de la orilla opuesta. 

Si, contrariamente, Poros abandonaba completamente su posición actual, bien poniéndose en fuga o para enfrentarse a Alejandro, entonces Crátero y sus hombres deberían cruzar sin dudarlo. Ciertamente el peligro principal para la caballería macedonia procedía de los elefantes; una vez éstos se hubieran retirado, el río podría ser atravesado con tranquilidad, sin importar el tipo de fuerzas indias que quedaran. 



Operaciones nocturnas 

El punto seleccionado para la travesía estaba situado a unas 18 millas río arriba del campamento base. En la orilla opuesta había una entrada de tierra donde el río se curvaba, cubierto con maleza, y en medio del río, a lo largo, existía una isla también con una densa vegetación, de tal manera que ocultaría el acercamiento o incluso la presencia de la caballería. A lo largo de la orilla, en el lado macedonio, Alejandro había ya apostado una cadena de piquetes que podían comunicarse entre sí por medios visuales o señales audibles. Debido a sus prácticas anteriores, el enemigo se había acostumbrado a los gritos y a las hogueras nocturnas de estos puestos. 

Cubierto por tales maniobras diversionarias, la marcha de Alejandro se produjo en medio de un gran secreto, y siguió una ruta por tierra que, sin embargo, no era sinuosa. Por el contrario, una ruta terrestre entre dos curvas pronunciadas del río suele ser con frecuencia un atajo. Mientras los macedonios seguían su marcha en medio de la noche, fueron sorprendidos por una tormenta que produjo fuertes lluvias y que, aunque, seguramente, no disfrutaran de ella, probablemente les ayudara a mantener sus movimientos imperceptibles al enemigo. 

En el lugar del cruce, una flota de transbordadores había sido preparada con antelación. Muchas de las barcas eran balsas puestas a flote sobre odres, que habían sido transportadas en vacío hasta ese lugar y posteriormente rellenadas con paja y unidas de tal manera que fueran herméticas. Alejandro había ya utilizado anteriormente esta técnica para transportar a sus tropas de una orilla a otra, tanto en el Danubio como en el Oxus. Pero ahora tenía también galeras de treinta remos, que ya habían prestado servicio en el Indo, y que también habían sido transportadas en secciones por tierra y ensambladas de nuevo donde eran necesarias. 

Cerca de la orilla del río y en una posición intermedia situada entre el campamento base y el punto de cruce, Alejandro había estacionado a sus tres oficiales, Meleager, Atalo y Gorgias, cada uno de ellos al mando de su propia unidad de infantería, con otras agregadas de caballería y de infantería extraídas de las fuerzas mercenarias. Igual que Crátero, esta fuerza recibió la orden de cruzar solamente cuando vieran que el enemigo de la orilla opuesta del río estaba enzarzada en combate en algún otro lugar. El cruce se realizaría en tres oleadas; es fácil adivinar que las naves disponibles no eran suficientes para permitir el tránsito de una sola vez. 

Al amanecer amainó la tormenta. La flotilla avanzaba por el río al frente de Alejandro y su estado mayor en una galera de treinta remos; quedaban al principio fuera de la vista desde la otra orilla, pero al progresar en su avance, se vieron obligados a salir a descubierto; en ese momento, los vigías enemigos iniciaron un frenético galope para informar de su llegada. 

En ese momento, los hombres de Alejandro se encontraron ante dificultades imprevistas, ya que la orilla opuesta, que había parecido ser tierra firme, era en realidad otra isla a la que un canal estrecho, pero profundo, separaba de la tierra firme del otro lado. Los hombres y animales a duras penas consiguieron vadear la rápida corriente, a veces con sólo sus cabezas asomando sobre la superficie del agua. 

Emergiendo finalmente de esta segunda travesía, Alejandro consiguió reunir sus tropas sin ser molestados por el enemigo y sin más dificultades en tierra firme. Hasta donde es posible interpretar un nebuloso texto antiguo, parece que Alejandro avanzó dejando el río a su derecha (es decir, corriente abajo) para enfrentarse con el ejército de Poros, y que marchó en formación semidesplegada. Los Asociados, con su mejor caballería al completo, iban agrupados delante de la infantería, y a la cabeza de ellos marchaban 1000 ballesteros a caballo como pantalla protectora y equipados, lo cual es digno de notar, para enfrentarse a los elefantes desde larga distancia. La caballería principal, compuesta por unos 5000 hombres, iba provista de una protección de flanco formada por arqueros al mando de Tauron, que había recibido la orden de mantener la marcha al ritmo de los caballos tanto tiempo como pudiera. 

Detrás de la caballería marchaban los hypaspistas al mando de Seleuco. La principal falange de piqueros en línea de batalla estaba protegida por los agrianes y los lanzadores de jabalinas en ambos flancos. No conocemos la posición de las unidades de caballería que no tenían asignado un papel en la vanguardia: o bien siguieron detrás en esta fase, o protegieron el flanco izquierdo de los hypaspistas. 

Arriano señala que Alejandro estaba dispuesto, si surgía la ocasión, a combatir contra el ejército completo de Poros solamente con su caballería, pero esto difícilmente puede ser cierto. Aparte de cualquier otra consideración, el objetivo de las tácticas de Alejandro era evitar la confrontación de su caballería con los elefantes. Probablemente dirigiera a sus tropas montadas por delante, simplemente para repeler cualquier ataque de la caballería o de las cuádrigas en el punto de desembarco. De hecho la operación de cruce no había concluido ni incluso después de haber desembarcado su cuerpo principal, ya que no había podido transportar a todas sus fuerzas en una sola oleada. La infantería con la que desembarcó en primer lugar tenía unos 6000 hombres, ciertamente inferior a aquella con la que había salido del campamento básico. 



La reacción india 

Cuando la noticia del cruce llegó a Poros, el rey indio no creyó que éste se hubiera realizado con muchos efectivos, y pensó que una fuerza móvil al mando de su hijo sería suficiente para arreglar la situación. Después de todo, podía ver a los hombres de Crátero, aún acampados frente a él al otro lado del río, y se imaginó que ellos constituían el ejército principal macedonio. Así lo había planeado Alejandro y esperaba que aquél lo creyera. El destacamento indio enviado contra Alejandro estaba compuesto por solamente 2000 efectivos de caballería y 120 cuadrigas. Estas al menos son las cifras escritas por el oficial de Alejandro, Ptolomeo, y aceptadas por Arriano. En cualquier caso, la fuerza de cuadrigas fue puesta en fuga inmediatamente, con unas pérdidas de aproximadamente 400 muertos, entre los que se encontraba el joven príncipe. Los caballos y las cuadrigas fueron en su mayoría capturados. 

Poros entonces se dio cuenta de que no tendría más remedio que emprender la marcha contra Alejandro con la mayor parte de su ejército. Sin embargo, las tropas de Crátero, que preparaban ya el cruce del río, no podían ser ignoradas, por lo que el rey indio dejó un pequeño grupo de hombres para proteger la orilla junto con algunos elefantes que esperaba serían suficientes para amedrentar cualquier ataque de la caballería macedonia. Él mismo se trasladó con el grueso de su ejército en busca de Alejandro; éste estaba compuesto por unos 4000 soldados de caballería, 300 cuadrigas, 200 elefantes y 30000 infantes. La mayor parte del terreno por el que marchaban era cenagoso y difícil; sin embargo, encontró una llanura arenosa que proporcionaría a su caballería libertad de maniobra, por lo que se detuvo allí y se preparó para la batalla. 

La línea de frente indio estaba compuesta por elefantes, colocados aproximadamente a intervalos de 100 pies. Detrás de los elefantes y entre esos intervalos estaba la infantería, protegida en sus expuestos flancos por la caballería y, además, por cuadrigas de guerra en ambos extremos del frente. Cuando Alejandro estuvo a la vista de la disposición india de batalla, se detuvo permitiendo a su infantería descansar mientras la caballería patrullaba a su alrededor. 

Pero antes de entrar en combate contra Poros, Alejandro cambió el mando de las unidades de su propio ejército; sus oficiales de mayor graduación podían ser asignados de maneras diferentes, al no estar su competencia individual limitada a ninguna arma combatiente específica. Coeno fue asignado para mandar la caballería de Demetrio, quien fue probablemente retenido como segundo al mando. Seleuco quedó encargado de los hypaspistas, pero los jefes de las falanges de piqueros eran ahora Taurou y Antigenes. Dado que era posible hacer estos cambios, es fácil ver por qué era conveniente hacerlos precisamente en este momento. Combatir en una batalla es una cuestión diferente a la operación de cruzar un río, por lo que podría ser razonable efectuar estos cambios en el mando. 

Poros disfrutaba de una abrumadora superioridad en efectivos de infantería, pero Alejandro tenía ventaja en la caballería. En todo caso, la cuestión dependía de si la caballería macedonia sería abordada por los elefantes indios obligándola a dispersarse en pleno desorden, o si esta confrontación podía ser evitada. Alejandro la evitó: inició la batalla con un ataque efectuado por sus ballesteros montados, que produjeron un gran desorden entre las formaciones del ala izquierda enemiga. 

Debe recordarse que las cuadrigas de Poros patrullaban en ambas alas por delante de la caballería, y las del lado izquierdo fueron seguramente las que soportaron el primer impacto de los ballesteros montados de Alejandro, pues, presumiblemente, ofrecían grandes blancos a los atacantes, ya que cada cuadriga, según se cree, transportaba seis hombres, de los cuales solamente dos llevaban escudo. 

Parece ser que el rey indio reconsideró el despliegue de su ejército, ya que intentó que su caballería se pusiera al frente de las cuadrigas; sin embargo, Alejandro, con su caballería Asociada cayó sobre los jinetes indios del ala izquierda mientras estos estaban aún avanzando en columnas y antes de que consiguieran desplegarse en línea de batalla. Toda el ala izquierda de Poros fue obligada a ponerse a la defensiva. 

En el otro lado del campo, la caballería del ala derecha de los indios hizo todo lo que pudo para salvar la situación. Barrieron la planicie central para contraatacar el flanco de Alejandro. La previsible oposición de la caballería del flanco izquierdo de la infantería macedonia fue muy pequeña o estaba demasiado lejos para impedir la maniobra india. Sin embargo, Ceono, el oficial de Alejandro, actuando sobre el plan previamente establecido, se separó de los otros Asociadas y dirigió a su caballería en una trayectoria circular (probablemente al galope), para aparecer a la retaguardia del contraataque indio en su avance transversal del campo de batalla. Es posible que, con el fin de efectuar esta operación, Соеno pasara por la retaguardia de la infantería macedonia en pleno avance impidiendo que el enemigo pudiera observar su aproximación. Lo cierto es que apareció ante ellos repentina e inesperadamente, cuando el ala derecha india estaba ya casi enfrentada a brazo partido con los Asociados de Alejandro. 

En ese momento los indios se encontraban inmersos en una batalla en dos frentes que no podían evitar. Reaccionaron dividiendo sus fuerzas y orientándolas en dos direcciones diferentes al mismo tiempo, contra Alejandro y contra Coeno. Esto implicaba tener que realizar algunos cambios. Alejandro giró repentinamente hacia el interior y les atacó mientras se encontraban en medio de la maniobra. Sin intentar siquiera aguantar el violento ataque de la caballería Asociada, los indios se replegaron para protegerse entre los elefantes. 



La derrota de Poros 

Fue entonces cuando los elefantes demostraron lo que valían. No se limitaron a su función puramente defensiva, sino que avanzaron contra los infantes macedonios, a pesar de la lluvia de saetas procedentes de los arqueros y lanzadores de jabalinas, destrozando salvajemente la falange de piqueros y pisoteando a los enemigos bajo sus patas o utilizando sus colmillos y trompas con una eficacia tal que seguramente se debía a su entrenamiento militar. 

Los jinetes indios recuperaron entonces la confianza e hicieron una última salida contra la caballería de Alejandro, pero fueron repelidos una vez más entre los elefantes. En esta fase la batalla tenía un aspecto poco usual, puesto que la caballería de ambos bandos, en lugar de estar distribuida en las alas, estaba concentrada en el centro, en una masa densa y confusa. 

Sin embargo, el ataque de los elefantes pronto perdió su fuerza inicial. Sus conductores eran también vulnerables a las jabalinas y flechas, y los macedonios estaban en una situación que les permitía ceder ante ellos, cuando así lo dictaba la prudencia, para renovar la ofensiva cuando los animales estaban cansados. También los elefantes resultaban heridos con frecuencia y enloquecidos hasta tal punto que eran incontrolables aunque no hubieran perdido a sus respectivos conductores. 

La caballería india estaba, a diferencia de los macedonios, acorralada en un área cada vez más pequeña entre los elefantes. Era una experiencia ya conocida en las guerras antiguas que los elefantes atemorizados y descontrolados hacían tanto daño a sus propios dueños como al enemigo. En esta ocasión, los elefantes de Poros no fueron ninguna excepción: los indios, apretados y amontonados entre aquéllos, eran pisoteados y aplastados. Mientras tanto, la infantería india, desprovista del apoyo de la caballería, elefantes o cuádrigas, no podía rivalizar con la falange de piqueros macedonia cuando ésta avanzó hacia ellos con sus escudos juntos. 

Finalmente, cuando todas las armas del ejército de Poros quedaron extenuadas, aparecieron la caballería e infantería de Alejandro rodeando y capturando a los elefantes que habían quedado reducidos a una función estática, dando golpes con las trompas y barritando en patética protesta. En esta acción, la caballería india fue aniquilada como fuerza de combate, y los hombres de Poros que consiguieron descubrir una brecha en las líneas envolventes enemigas se pusieron en fuga. Sin embargo, la huida tampoco les salvó, ya que Crátero y los otros macedonios estacionados en la orilla oeste del Hidaspes cruzaron el río en ese momento, interceptando a los extenuados fugitivos. 

Poros, un hombre gigantesco, montado sobre un elefante y protegido por un fuerte peto, había, a diferencia de Darío, continuado combatiendo hasta el final. Sólo cuando fue herido y cayó desvanecido abandonó la pelea. Alejandro envió a su aliado, el rey indio Taxiles, en persecución de Poros para invitarle a rendirse, pero éste desde los lomos de su elefante amenazó a Taxiles con su lanza haciéndole retroceder. Se envió un segundo embajador, cuyas relaciones con Poros habían sido en el pasado mejores, y el rey indio fue finalmente inducido a desmontar de su elefante y parlamentar con Alejandro quien, lleno de admiración por tan valiente enemigo, y probablemente también atento a otras consideraciones diplomáticas, le garantizó las honrosas condiciones que requería y pactó una alianza con él. 

En la batalla y en la subsiguiente persecución se estiman unas pérdidas de 3000 miembros de la caballería india; 20000 infantes fueron muertos y todas las cuádrigas quedaron destrozadas. Los elefantes supervivientes se transformaron en botín de los vencedores. Una vez más nos queda la impresión de que las batallas de la antigüedad eran una especie de acontecimiento atlético violento, en el que la masacre era el castigo por la derrota.

Alejandro Magno (Parte 1)
Alejandro Magno (Parte 2)
Alejandro Magno (Parte 3)
Alejandro Magno (Parte 4)
Alejandro Magno (Parte 5)
Alejandro Magno (Parte 6)

Alejandro Magno (Parte 7)

Alejandro Magno (Parte 8)

Alejandro Magno (Parte 9)

jueves, 22 de septiembre de 2011

Fotos de las SS en el Frente Oriental 1941-1945 (Parte 1)

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
Una unidad de las Waffen-SS anti-tanque de artillería disparasobre los blindados soviéticos.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
Fotografía tomada a la carrera de este soldado que lleva su montura a través de un cráter provocado por los ingenieros rusos en retirada en sus esfuerzos para detener el avance de los blindados alemanes y de las columnas motorizadas.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
Un miembro de las SS-Untersturmführer hace una inspección de una caseta fortificada utiliza por un francotirador de las SS, el SS-Unterscharführer a la izquierda.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
Miembros de las Waffen-SS de Granaderos Panzer,  fuertemente armados, viajan en la parte trasera de un PzKpfw IV Ausf H. Aunque esta práctica permitió a la infantería  moverse a través de campo abierto con gran rapidez y ser capaz de tratar con unidades antitanque enemigas cuando aparecíann,  también suponía un alto riesgo para los soldados.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
Los soldados en un momento de relax que aprovechan para hacerse una foto. La tripulación de este tanque Tiger se encuentra sentada sobre el cañón, parece que incluso en las Waffen-SS había un lugar para las mascotas de peluche como vemos en las manos del soldados de la izquierda.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
Tras haber disparado su arma, la tripulación de las Waffen-SS observan el humo que se alza en el horizonte y que marca la posición de un tanque soviético quemándose.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
La gran mayoría de las carreteras en el frente oriental no estaban asfaltadas. En verano eran polvorientas, pero cuando el invierno llegó, rápidamente se convirtieron en pantanos de barro  de gran espesor, por lo que es casi era imposible para los vehículos de ruedas moverse. Aquí vemos a las Waffen-SS  intentando sacar un Kubelwagen del barro para llevarlo a un terreno más firme.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
Los alimentos fríos eran consumidos directamente por las tropas desde las latas  como vemos en la foto.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
Vemos hombres de las Waffen SS de baja a punto de entrar en un edificio presidido por un cartel  bromista llamando al edificio El Hotel de los soldados en el Círculo Polar. Estos centros de descanso fueronubicados en las ciudades fuera de la zona de batalla donde las tropas podían estar unos días lejos de los peligros de los combates, donde podrían dormir en una cama, tomar un baño caliente, comer alimentos calientes y, en general relajarse (entre otras cosas) antes de regresar a la línea del frente.

Las SS en el Frente Oriental 1941-1945
La comida caliente o incluso cálida era algo que esperaban todos  los soldados en el frente.







Alejandro Magno (Parte 9) Los años bactrianos

LOS AÑOS BACTRIANOS 


Pasarían casi cinto años antes de que Alejandro librara otra de sus gloriosas batallas campales; en su lugar, durante gran parte de este tiempo, estaría ocupado con guerras de guerrillas y en las montañas. Darío huyó al noreste a las montañas de Media, pensando correctamente que Alejandro dirigiría su atención inmediata a las grandes ciudades del imperio que quedaban al sur: Babilonia, Susa y Persépolis. 

Alejandro fue bien recibido en Babilonia y Susa, y el trato que éste dio a la población fue asimismo generoso; sin embargo, tuvo que combatir por Persépolis, primero contra las tribus de las montañas de Uxia y después contra las fuerzas regulares persas. Cuando tomó la ciudad, la incendió. Es posible que este acto de destrucción no fuera premeditado, sino, según algunos relatos, el resultado de un salvaje capricho, producto de una apuesta entre bebedores mientras estaba en compañía de una cortesana. 

Antes de partir de nuevo al norte a través de Media en persecución de Darío, Alejandro puso gobernadores por todo el territorio que acababa de conquistar. Entre ellos había administradores persas, y se puede ver en ello quizá una nueva política: el anticipo de esos objetivos de ciudadanía universal que abrazaría posteriormente, cuando la mera destrucción del enemigo no parecía ya justificar el tiempo, las molestias y el sufrimiento que conllevaba. Sin embargo, en este tiempo Darío parecía aún inclinado a oponer resistencia; había reunido a su alrededor una fuerza similar a un ejército, compuesto por aproximadamente 2000 mercenarios griegos y podía, si era necesario, retroceder hacia el este del mar Caspio y después hacia el norte adentrándose en las montañas de Bactria. 

En todo caso, Alejandro nunca cogió vivo a Darío. No llegó a tiempo para impedir que el rey persa huyera a través del paso del Caspio a las montañas del norte. Mientras el ejército macedonio perseguidor descansaba brevemente en su campamento, le llegó la noticia de que Darío había sido apresado a la fuerza por un grupo de sus propios oficiales, entre los que estaba Bessos, sátrapa de Bactria, que era pariente del rey. Bessos tenía claras pretensiones (que pronto confirmaría) de gobernar sobre el resto del imperio persa. Había mandado el contingente de Bactria en Gaugamela, y probablemente Alejandro encontraría en él un enemigo más formidable que Darío. 

Era importante impedir el resurgimiento de la oposición persa. Alejandro dejó enseguida su ejército principal y continuó tras los fugitivos con un cuerpo de tropas pequeño y con gran movilidad. Los hombres de su grupo avanzado descubrieron finalmente a Darío a punto de morir, herido mortalmente por sus captores cuando descubrieron que ya no podían llevarle consigo en su huida. Alejandro organizó un regio funeral para Darío: más tarde, cuando capturó a Bessos, entregaría el pretendiente al hermano de Darío, Oxathres, que le ejecutó bárbaramente. 

El problema de los objetivos de guerra de Alejandro se agravaba. Las poblaciones de Bactria y Sogdiana, al norte, que eran provincias del imperio persa unidas por vínculos débiles, parecían aún decididas a combatir por su independencia. Sin embargo, antes de partir para el norte, Alejandro persiguió a los mercenarios griegos que habían servido con Darío y les obligó a rendirse cuando les alcanzó en Hyrcania, al sur del mar Caspio. 

A pesar de todo, el ideal de Alejandro sobre una nacionalidad mezcla ele asiáticos y europeos no atraía a sus hombres, y pronto tuvo que enfrentarse a conspiraciones entre sus oficiales y su séquito inmediato. Ejecutó a Filotas, el hijo de su una vez hombre de confianza y segundo jefe, Parmenión, y después como medida de precaución dispuso el asesinato de éste, al que había dejado encargado de la guarnición de Media. En una reyerta de borrachos, mató posteriormente a Clito, el oficial que le había salvado la vida en el Gránico. Ciertamente, Alejandro aparece en esta época en el papel de un tirano, papel en el que muchos historiadores antiguos de los siglos posteriores le vieron siempre. Sin embargo, los soldados y demás componentes de su ejército aún le seguían con devoción. 

Después de la toma de Bessos (329 a.C.) que había tenido lugar en Sogdiana, al norte del río Oxus, un nuevo jefe de la resistencia emergió en la persona de Espitamenes, un noble bactriano. Se puede decir correctamente que éste fue el enemigo más temible al que Alejandro hubo de enfrentarse jamás. Las flexibles tácticas de guerrilla del líder bactriano, realizadas con el apoyo de los aliados escitas del otro lado del río Jaxartes, costaron muchas vidas a los macedonios. De hecho, en una sola emboscada devastadora, cayeron más hombres de Alejandro que en todas sus gloriosas batallas campales restantes. 

Sin embargo, poco a poco, Alejandro dejó guarniciones en las provincias del noreste para protegerse de sus astutos enemigos. Espitamenes llamó en su ayuda a los massagetae, una tribu guerrera escita que vivía al este del mar Caspio. Pero al ser derrotados por Alejandro, los escitas mataron a Espitamenes y enviaron su cabeza al vencedor como ofrenda de paz (otro relato nos dice que Espitamenes fue asesinado por su mujer). En Maricanda (Samarkanda), Alejandro desposó a Roxana, la hija de un noble sogdiano que había sido hecha prisionera por los macedonios y era famosa por su belleza. Aparte de su inmediata conveniencia política, este matrimonio estaba en línea con los emergentes objetivos de Alejandro (la formación de una nación euroasiática y una cultura greco-asiática). El hecho de que Alejandro se hubiera casado anteriormente con Stateira, la hija de Darío, en Susa, no fue impedimento para la boda con la sogdiaua: los reyes de Macedonia no profesaban la monogamia, y en este sentido al menos eran «no griegos». 

Los años de los combates de Alejandro en las provincias norteñas del imperio persa son narradas por los historiadores con bastante detalle, aunque con muchas discrepancias en sí. Nos cuentan de batallas y de traiciones, de rápidas marchas y cruces de ríos, escaladas de arrecifes y capturas de fuertes en medio de temibles montañas, y hazañas de armas en el curso de las cuales Alejandro fue herido más de una vez. En esta época más que en ninguna otra, el esfuerzo y los sinsabores sufridos por el ejército conquistador parecen enormes y desproporcionados frente cualquier propósito útil al que pudieran servir. 

Sin embargo, a fuerza de guerra y diplomacia, Alejandro al fin sometió a la intransigente población y afianzó todo el territorio, estableciendo guarniciones de soldados griegos y macedonios. Los escitas al norte del Jaxartes eran una amenaza permanente. Éstos fueron una vez pobladores de unas tierras controladas posteriormente por los persas y existía el peligro de que hicieran causa común con cualquier movimiento insurgente en las provincias del noreste, por lo que antes de marchar hacia el sur, a través del «Cáucaso Indio» (Hindu Kush), Alejandro dejó destacamentos a cargo de hombres cansados de la guerra para mantener la frontera de Jaxartes y la ciudad que había fundado allí, «Alejandría Eschate», es decir, «Alejandría Lejana». 

Su destino ahora era el río Indo. Al planificar su expedición a la India, Alejandro puso sus ambiciones más allá incluso de los confines del viejo imperio persa. En este momento más que en ningún otro es probable que los hombres de Alejandro mostraran ya los síntomas de amotinamiento que más tarde le frustrarían. Pero el ejército, tranquilizado por las leyendas de la visita a la India del dios Dionisio, siguió a su jefe hasta el valle del Indo sin objeciones. 

Alejandro no intentó cruzar inmediatamente el gran río, sino que pasó el invierno del 327/326 haciendo campaña contra las tribus de las colinas situadas a los pies de la región montañosa que se extiende hacia el moderno Chitral. Su oficial Efestión fue enviado por una ruta situada más al sur, y éste ya tenía planificado construir un puente sobre el Indo cuando Alejandro se le reunió. Arriano, en analogía con las operaciones romanas de puentes de su propia época, nos indica con todo convencimiento que el puente de Efestión fue construido sobre pontones. 

Al otro lado del Indo, los macedonios fueron bien recibidos por el jefe de Taxila, que es nombrado en la historia de Arriano como Taxiles. Su nombre real era probablemente «Amphi», y el título «Taxiles» procedía del nombre de su ciudad más importante. Se sometió a Alejandro por su propia voluntad, viendo sin duda en los invasores unos aliados contra el rey que gobernaba más hacia el este, al que los griegos conocían como Poros. Mientras las tropas descansaban en Taxila, Alejandro recibió el sometimiento de otros jefes indios, pero pronto se hizo evidente que al haber hecho amistad con Taxiles se había asegurado la enemistad de Poros, por lo que, determinado a una nueva guerra, marchó de nuevo al este, hacia el río Hidaspes (el moderno Jhelum), al otro lado del cual Poros estaba movilizando su ejército.


Alejandro Magno (Parte 1)
Alejandro Magno (Parte 2)
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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Alejandro Magno (Parte 8) La batalla de Gaugamela

LA BATALLA DE GAUGALEMA 


Cuatro días después del cruce del río Tigris, los exploradores de Alejandro avistaron a la caballería persa a cierta distancia. Al ser informado de ello, Alejandro dispuso su ejército en orden de batalla y, desplegado de esta manera, avanzó lentamente. Informaciones posteriores revelaron que la fuerza persa no era sino un grupo avanzado, de no más de 1000 componentes. Dejando que su ejército continuara su lento avance, Alejandro cabalgó delante con su escuadrón real y un destacamento de jinetes Paeonian ligeros. Los persas huyeron al verlo aproximarse, pero él los persiguió matando algunos enemigos y capturando a otros. De estos prisioneros, Alejandro averiguó muchas cosas concernientes a los electivos y movimientos del ejército de Darío y de los diversos contingentes que lo formaban. El imperio persa, incluso después de que Alejandro le hubiera quitado Asia Menor, Egipto y la costa de Levante, era aún muy vasto, y su potencial militar, formidable. 



El avance hacia Gaugamela 

Bessos, sátrapa de Bactria, situado en los dominios del noreste de Persia (correspondientes a la moderna parte norte de Afganistán y territorios adyacentes), dirigía un ejército de esta región, que también incluía una unidad de indios. Otros contingentes los formaban los escitas asiáticos, arachotianos (del sur de Afganistan), hyrcanianos del sur del Caspio y sus vecinos del este los areianos, al mando del sátrapa Satibarzanes. También había reclutado tribus del Golfo Pérsico, medas y otros pueblos asociados, fuerzas traídas de las regiones de Susa y Babilonia, junto con sirios mesopotamios al mando del jefe de confianza de Darío, Mazaeus. Se estima que los efectivos totales eran de 40000 de caballería, 1000000 de infantería, 200 cuadrigas con las ruedas provistas de guadañas y algunos elefantes, probablemente quince, aportados por los indios del oeste del río Indo. 

Este ejército había acampado cerca de Gaugamela (literalmente: «La Casa del Camello»), una ciudad situada al lado del río Bumodus a 75 millas al oeste de Arbela. Dándose cuenta del error cometido en Isso, Darío había elegido una amplia llanura como campo de batalla, donde la caballería podía ser desplegada y las cuadrigas utilizadas ventajosamente. El rey persa había dado órdenes, incluso, de que el terreno en esta zona fuera nivelado en los lugares en que estaba irregular, a fn de facilitar sus tácticas con las cuadrigas. 

Tan pronto como Alejandro supo que Darío le esperaba, detuvo su avance y estableció un campamento fortificándolo con un foso y una empalizada, donde dejó su bagaje y animales de carga, junto con los seguidores, tropas no combatientes y prisioneros; después, por la noche, al frente de sus combatientes avanzó en orden de batalla, con poco equipo, a excepción de sus armas. Su objetivo era enfrentarse al enemigo al amanecer. Los campamentos de los dos ejércitos estaban separados unas siete millas; una fila de colinas, sin embargo, los separaba y aún no eran visibles entre sí. 

Alejandro había partido con su fuerza de batalla aproximadamente a la hora de la segunda guardia nocturna (probablemente unas cuantas horas antes de la medianoche). Después de haber cubierto aproximadamente la mitad de la distancia entre su campamento y el del enemigo, se encontró sobre la cresta de las colinas que los separaba: desde aquí las posiciones persas estaban a la vista, brillantemente iluminadas por sus fuegos de vigilancia. 

Las colinas en las que los macedonios se habían detenido debían de estar prácticamente sin árboles, y Alejandro entonces desplegó su ejército para la batalla. Celebró un consejo de guerra con sus oficiales, y se decidió vivaquear en el lugar donde se encontraban, aunque desplegados en línea de batalla. 

Llevando consigo un grupo de caballería Asociada y de tropas ligeramente armadas. Alejandro descendió cabalgando para reconocer el campo de batalla elegido por Darío en la llanura situada más abajo. La luz de la luna probablemente le permitió hacerlo (la luz de la luna en los países de Oriente Medio puede ser muy brillante); sin embargo, probablemente se mantuviera a cierta distancia de las líneas enemigas, pues no formaba parte de su plan el entablar ninguna operación nocturna. 

De hecho, cuando regresó a las posiciones macedonias, se dice que Parmenión sugirió realizar un ataque nocturno, y así coger a los persas desprevenidos. Alejandro replicó, con poco respeto a su opinión, que sería una pena robar una victoria de esa manera. Normalmente invitaba a sus oficiales a que dieran sus pareceres, pero él tomaba sus propias decisiones sin sentirse obligado a seguirlos. Ciertamente siempre había factores difíciles de calcular en un ataque nocturno. También debe recordarse que, en general, aunque Alejandro a menudo sorprendía a sus enemigos con una rápida marcha nocturna, prefería realizar sus combates con luz diurna. 

Sin embargo, los persas aparentemente temían que Alejandro pudiera efectuar ese ataque nocturno, y no habiendo construido ningún campamento, permanecieron tediosamente durante las horas de la noche tensos bajo sus armas en sus formaciones de batalla. Es cierto que los macedonios tampoco tenían un campamento fortificado en la posición donde se habían detenido. Sin embargo, la ladera de la colina ofrecía una defensa natural (inadecuada para la flota de cuadrigas de Darío), por lo que se sintieron lo suficientemente seguros para comer y descansar. 

El orden de batalla persa se conoce con cierta precisión, ya que las instrucciones escritas dejadas por Darío fueron capturadas posteriormente. El ala izquierda, frente al mismo Alejandro situado a la derecha de la línea de frente macedonia, era mantenida por la caballería bactriana con los escitas asiáticos y arichotianos. Los persas estaban posicionados en el centro donde, de acuerdo con la práctica habitual, ocupaba su lugar el rey con su séquito. El ala derecha estaba protegida por tropas procedentes de Siria, Mesopotamia y el Golfo Pérsico; una fuerza avanzada protegía el ala izquierda, compuesta por la caballería escita, 1000 bactrianos y 100 cuadrigas con guadañas acopladas en sus ruedas. Los elefantes, junto con 50 cuadrigas, estaban situados frente al mismo Darío. Los mercenarios griegos, con las tropas persas posicionadas a ambos lados, estaban también extendidos ante él en el sector central. Éstas eran las únicas fuerzas en las que podía confiar para enfrentarse a la falange macedonia. El ejército de Alejandro estaba compuesto por aproximadamente 40000 hombres de infantería y 7000 de caballería. 



En la batalla 

En las tácticas de combate griegas y macedonias existía siempre la tendencia a que el ala derecha de uno de los ejércitos rebasara la izquierda del enemigo. Esto era una consecuencia natural del hecho de que las lanzas se manejaban con la mano derecha: el hombre situado en el extremo de la derecha se desplazaba hacia afuera para obtener más espacio para el codo y asestar así un golpe más eficaz. Los que combatían a su lado, a su izquierda seguían inevitablemente su movimiento hacia afuera para conservar la línea intacta e impedir que se produjera una brecha, de forma que, poco a poco, a medida que cada hombre se acercaba al camarada de su derecha, se producía un desplazamiento general en esa dirección. Pero si bien esto llevaba al envolvimiento de la izquierda enemiga, existía el peligro de que la fuerza envolvente pudiera perder contacto con su propio centro, dejando una brecha que el enemigo podía explotar fácilmente. 

En las tácticas de Alejandro, este peligro se convirtió en un riesgo calculado. Éste siempre estaba alerta a las amenazas que ello implicaba y tomaba las medidas necesarias para neutralizarlas. En primer lugar, la caballería del ala derecha, que él mandaba en persona, quedaba completamente bajo su control y podía ser llamada, incluso en los momentos de una incontrolada victoria y persecución del enemigo, para acudir en ayuda de la presionada falange central. En segundo lugar, la falange estaba organizada hasta cierto punto como una unidad autosuficiente y autoabastecida, que mantenía su posición y función a toda costa hasta que pudiera llegar la ayuda requerida. 

En ninguna de las batallas de Alejandro fueron más evidentes estos cálculos tácticos de Alejandro que en Gaugamela. Sabiendo que la falange macedonia quedaría aislada casi con toda seguridad mientras él y su caballería operaban en la parte extrema derecha, tomó medidas especiales para salvaguardar su posición, en primer lugar, reforzó con una doble formación la retaguardia para que, en el caso de que fueran rodeados, pudiera dar media vuelta y enfrentarse al enemigo desde la dirección contraria. También dispuso los medios para que la falange pudiera extender su línea o cerrar sus filas en el último minuto antes de que se iniciara la batalla, y para protegerla (al menos mientras se realizaba esta operación) apostó unidades de protección de arqueros agríanos y macedonios, en formaciones curvas, en ambos flancos. 

En algunos relatos de la antigüedad se da a entender que Alejandro se quedó dormido la mañana de la batalla y que sus oficiales, dándose cuenta de la necesidad que tenía de descansar, dudaron en despertarlo. En cualquier caso, el combate parece que se inició cuando el sol estaba ya bastante alto. Los dos ejércitos avanzaron uno hacia el otro lentamente en línea de batalla, y en ambos lados se hicieron las maniobras preliminares de forma cautelosa y bien calculada. El plan general favorecía totalmente a Darío, ofreciéndole todas las oportunidades para explotar su superioridad numérica. Las huestes persas sobrepasaban al ejército de Alejandro por ambos lados, pero éste, decidido como siempre a conservar su ventaja en el flanco, dirigió a su caballería de manera continua hacia su derecha. La caballería bactriana y escita de Darío mantuvo el ritmo de aquél, extendiendo la línea, a su vez, en la misma dirección. Sin embargo, estas maniobras tenían como consecuencia que ambos bandos se fueran alejando del terreno central que Darío había despejado específicamente y nivelado para ser utilizado por sus cuadrigas, y existía el riesgo de que éstas fueran incapaces de operar como estaba previsto. Por tanto, el rey envió órdenes para que su ala izquierda, aprovechando su superioridad numérica y su mayor frente, contuviera el movimiento lateral de Alejandro realizando una salida envolvente; estas órdenes fueron llevadas a cabo de la forma debida. 

Al encontrar su camino obstruido, Alejandro inició un ataque hacia el centro de las tropas envolventes, utilizando para este fin la caballería mercenaria al mando de Menidas. Las tropas escitas y bactrianas contraatacaron, pero Alejandro envió su caballería Peonia junto con otras unidades mercenarias, poniéndoles en fuga temporalmente. En ese momento, llegaron las reservas de los bactrianos y consiguieron reunir a los fugitivos. Restablecieron la posición, y realizaron una acción de caballería de represalia en la que los hombres de Alejandro sufrieron grandes bajas, pues estaban en gran desventaja numérica, y los escitas particularmente estaban fuertemente armados. No obstante, oleada tras oleada, los macedonios fueron lanzados al combate y las formaciones enemigas quedaron rotas. 

Podría decirse con propiedad que, a menudo, los movimientos de flanco de Alejandro eran de naturaleza diversionaria y que su ataque estaba calculado para sorprender al enemigo durante los cambios que se veía obligado a realizar para enfrentarse al ataque, en un momento en que sería difícil ofrecer una respuesta organizada. Es posible que la batalla de Gaugamela se iniciara con tácticas de esta clase, aunque su éxito no fuera inmediato. 

En este punto, Darío lanzó sus cuadrigas con guadañas acopladas en las ruedas. Fue un fracaso total, de manera similar a aquellas otras cuadrigas que habían combatido 75 años antes para otro rey persa en la batalla de Cunaxa. En aquella ocasión, como escribía Jenofonte, las tropas griegas atacadas habían abierto simplemente sus filas para permitir a las cuadrigas que las atravesaran, asaeteando a los conductores y a los caballos con armas arrojadizas a su paso. Los arqueros y lanzadores de jabalinas de Alejandro, que se habían situado delante para proteger a la caballería de un ataque de esas características, utilizaron tácticas similares a las utilizadas anteriormente, cogiendo en algunos casos las riendas de los caballos y arrastrando al suelo a sus conductores. Las cuádrigas que habían conseguido atravesar las líneas sin ser alcanzadas quedaron finalmente aisladas y fueron rodeadas por los hypaspistas macedonios y los mozos de caballos. 

Al menos éste es el relato de Arriano. Otros historiadores nos ofrecen una imagen más terrible del efecto producido por las guadañas. Pero en Gaugamela, el impacto del ataque de las cuádrigas no fue en ningún caso ciertamente decisivo, ni parece haber influido mucho en el curso de la batalla. 

Darío, en cuanto las cuádrigas consumieron sus fuerzas, o incluso mientras aún estaban en acción, realizó otro intento para contener el movimiento de Alejandro a su izquierda, ya que éste, una vez que sus adversarios bactrianos y escitas hubieron sido repelidos hacia atrás, continuó con su caballería, formada en columna, hacia el exterior. 

En un nuevo intento por detener su avance, Darío envió a la caballería persa desde el sector central de su amplio ejército. Esto dejó una brecha en el centro, un punto débil fatal, que sin duda representaba la oportunidad que Alejandro esperaba (quizás ese falso movimiento que había intentado provocar). Inmediatamente cambió de dirección y galopó hacia la izquierda. Convergiendo con las unidades del lado derecho de su propia línea central de infantería, las dirigió entonces a la brecha producida, profiriendo gritos escalofriantes y procediendo directamente al punto donde el mismo Darío estaba situado. 

Darío huyó, al igual que había huido en Isso, dando con ello ejemplo a su ejército. Se puede decir incluso que perdió la batalla en esta huida. Mientras tanto, Aretes, el temible oficial de caballería de Alejandro, había conseguido finalmente romper la línea de tropas persas que combatían en el ala derecha macedonia; en este sector del campo de batalla los macedonios resultaron completamente victoriosos. Huida, persecución y carnicería fueron las consecuencias. 

En la izquierda macedonia, sin embargo, y en el centro, los sucesos habían tenido un desarrollo diferente. Solamente la unidad situada en el extremo derecho de piqueros había podido seguir a Alejandro en su violento ataque contra Darío. El resto se había detenido para poder ayudar a sus camaradas del ala izquierda, que se hallaban en dificultades. 

Inevitablemente se produjo una brecha en la falange de piqueros, por la cual la caballería persa y los hombres del contingente indio entraron a raudales. No intentaron, sin embargo, atacar a la falange por la retaguardia, sino que penetraron profundamente cabalgando por la derecha a través del campo de batalla hasta llegar al campamento de bagajes macedonio. Teniendo en cuenta también el avance general persa realizado durante la mañana, éste debía estar situado en todo caso a unas cuatro o cinco millas hacia el oeste. Invadiendo el campamento, los persas acabaron con las tropas no combatientes que lo atendían, y liberaron a los prisioneros persas que se unieron al ataque contra sus anteriores guardianes. 

Aparte de los que habían atacado el campamento, posiblemente otros miembros de la caballería persa que atravesaron la brecha de la falange macedonia se extendieron y amenazaron el ala izquierda de Parmenión desde la retaguardia y el flanco. Esta amenaza coincidió con un movimiento envolvente iniciado por la caballería persa del ala derecha, por lo que los jinetes de Parmenión se vieron obligados a combatir en dos frentes. En esta desesperada situación, Parmenión consiguió enviar un mensaje a Alejandro, que estaba al otro lado del campo de batalla, pidiéndole ayuda urgentemente. 

La formación de retaguardia de la falange de Alejandro, que había sido especialmente situada e instruida para hacer frente a una rotura de la línea por el enemigo como la que se había producido, giró sobre sí misma y avanzó rápidamente para rescatar el campamento, amenazando al mismo tiempo a la caballería persa que se había vuelto contra el ala de Parmenión. Ha de suponerse que tuvieron que dividir sus fuerzas para poder conseguir este doble objetivo. 

De nuevo, como en Isso, es una demostración del control y disciplina de Alejandro el que fuera capaz de hacer volver a sus hombres de una fácil y satisfactoria persecución del enemigo en fuga, en medio del calor de la batalla, pues gracias a ello pudo responder a la llamada de Parmenión. A pesar de todo, una nueva y confusa situación se produjo al chocar en la llanura central con la caballería persa, la cual, al ver que su posición empeoraba, trataba de retirarse. El resultado fue un feroz, congestionado y caótico combate de caballería, que tuvo como efecto el retraso de la ayuda de Alejandro a Parmenión. No obstante, la caballería Asociada dispersó finalmente al enemigo, expulsándolos de su camino. Los que sobrevivieron huyeron a toda velocidad del campo de batalla. 

Los historiadores de la antigüedad nos dan cifras diferentes de las bajas habidas en la batalla, la mayoría de ellas difíciles de creer. De acuerdo con Arriano, Alejandro sufrió solamente 100 muertos entre sus propios soldados y más de 1000 caballos, la mitad de ellos montados por los Companions. Las pérdidas persas suben hasta cerca de 300000 muertos y un número incluso mayor de prisioneros. De nuevo hay que recordar que la mayor parte de las bajas de las batallas de la antigüedad se daban en el transcurso de la huida y persecución. 

Como en Isso, se puede decir que Alejandro fracasó en la captura de Darío debido a su rechazo a abandonar el centro y el ala izquierda de su ejército que se hallaban en dificultades. Esto significa que dio mayor prioridad donde era más necesaria. La historia antigua nos habla de otras batallas en las que el ala victoriosa de un ejército empeñada en una persecución desorganizada y temeraria, permitió al enemigo establecerse como vencedores en el campo de batalla central.

Alejandro Magno (Parte 1)
Alejandro Magno (Parte 2)
Alejandro Magno (Parte 3)
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Alejandro Magno (Parte 5)
Alejandro Magno (Parte 6)

Alejandro Magno (Parte 7)