viernes, 25 de febrero de 2011

Los primeros americanos, 2.000 años más viejos de lo que se pensaba

Este estudio hace remontar a los primeros Americanos a las tribus de la cultura Clovis, cuyos vestigios se encontraron en varios lugares desde 1932. Según esta hipótesis controvertida, los portadores de esta cultura caracterizada por una técnica muy particular de importancia de las puntas de sílex bifaces habrían venido de Asia hace alrededor de 13.500 años por el Estrecho de Bering durante las glaciaciones. Se habrían extendido a continuación sobre todo el continente para alcanzar el sur de Sudamérica. El nuevo yacimiento arqueológico tejano 'Debra L. Friedkin' y situado a unos 70 kilómetros al noroeste de Austin, documenta con un número de vestigios sin precedentes la existencia humana en el continente americano previo a las tribus de Clovis. "Vuelve a poner por lo tanto en cuestión la teoría actual de los primeros asentamientos americanos", destaca a Michael Waters, director de la Universidad de Texas y principal autor de estos trabajos. Según Walters, este nuevo descubrimiento supone un gran salto hacia la nueva comprensión de los primeros habitantes de América

viernes, 18 de febrero de 2011

Juventudes Hitlerianas

Ya teneís aquí el segundo libro de Wikihistorias trata sobre las Juventudes Hitlerianas, lo podeís descargar en pdf en la dirección más abajo indicada. Podeís copiarlo y distribuirlo como querais pues en Wikihistorias no creemos que la cultura tenga un precio eso sí, esperamos vuestro comentarios, tanto buenos como malos, y veros por el blog a menudo.

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jueves, 10 de febrero de 2011

División Azul

Ya teneís aquí el primer libro de Wikihistorias trata sobre la División Azul, lo podeís descargar en pdf en la dirección más abajo indicada. Podeís copiarlo y distribuirlo como querais pues en Wikihistorias no creemos que la cultura tenga un precio eso sí, esperamos vuestro comentarios, tanto bueno como malos, y veros por el blog a menudo. Intentaremos subir un libro cada semana, o tan pronto como nos sea posible, relacionado tanto con temas de la antigüedad hasta de los conflictos más actuales.

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miércoles, 9 de febrero de 2011

Hiroko Nagata y el Ejército Rojo Japonés (Rengo Sekigun)

Hiroko Nagata fue una de las fundadoras y codirigió el sangriento Rengo Sekigun, el Ejército Rojo Unido, un grupo de ideología comunista formado a principios de los 70 en Japón por estudiantes radicalizados. Y junto al líder del grupo, Nagata fue la responsable de asesinar o incitar al homicidio de 14 de sus compañeros de lucha. Las supuestas diferencias ideológicas dieron pie a una purga en la que la propia Nagata les propinó palizas mortales u ordenó que fuesen atados a árboles, en pleno invierno, hasta que fallecieron congelados.

Fue condenada a muerte y, mientras esperaba la ejecución a la que le condenaron los tribunales hace 17 años, Nagata murió el 5 de febrero de 2011 como consecuencia de un cáncer cerebral en la prisión de Tokio donde estaba recluida. Tenia 65 años.

Tokiota de nacimiento, entró en contacto con la política a su paso por la universidad, en el Colegio Farmacéutico de Kvoritsu. En la vecina China, Mao Zedong acababa de poner en marcha la Revolución Cultural, que a finales de los años 60 logró un amplio eco entre los sectores inconformistas de las aulas japonesas. Aquella muchacha poco atractiva, dura en el trato e intransigente, sobre todo, con otras mujeres, que hervía de histeria en agitados debates políticos, formó parte del núcleo del Rengo Sekigun a mediados de 1971. Nagata se alzó como su viceprcsidenta. Cuando el Gobierno japonés lanzó una campaña contra estos grupos estudiantiles, una treintena de miembros del Ejército Rojo se refugió en las montañas de Gunma, al noroeste de la capital, armados con el botín obtenido en una tienda de armamento. A lo largo del camino, dos miembros que habían tratado de abandonar la organización fueron asesinados y sus cadáveres, abandonados en un lago.

La purga se desencadenó poco después, en enero de 1972. Tsuneo Mori, el presidente, y la propia Nagata encabezaron las palizas mortales a seis miembros de la organización y a un testigo que no formaba parte de la misma, mientras que otros tantos militantes fueron abandonados a la intemperie. Según el auto de la sentencia, Nagata se ensañó con aquellos compañeros que, a su parecer, «tenían demasiado interés en relaciones con mujeres y que no dedicaban suficiente energía a la revolución».

Localizados en febrero, los dos cabecillas y casi todos sus seguidores fueron detenidos. Los cinco miembros que lograron escapar, guiados por el número tres de la organización, Hiroshi Sakaguchi, se atrincheraron en un refugio de montaña, tomaron como rehén a la esposa del propietario y mantuvieron un pulso de 10 jornadas con la policía. El tiroteo que dio pie al desenlace, en el que murieron tres agentes, forma parte de la memoria de toda una generación que prácticamente lo pudo ver en directo por televisión.

Mori se suicidó en prisión unos meses más tarde, con 28 años. Pero Nagata comenzó entonces un largo peregrinaje por tribunales y cárceles. En 1982, una corte de Tokio decidió la pena capital, sentencia que luego fue ratificada por la Corte Superior de Tokio y, en 1993, por la Corte Suprema. Nagata apeló la sentencia pero los tribunales la rechazaron en 2006. Su ejecución podía haber ocurrido en cualquier momento, puesto que en Japón, ésta se comunica al preso con sólo unas horas de antelación. Pero la activista falleció el sábado tras una larga convalecencia.

Su enfermedad ya le había llevado a pasar por quirófano en 1984. Y, más recientemente, en 2006 sufrió una grave crisis, como consecuencia de una atrofia cerebral, por la que fue trasladada a un hospital fuertemente vigilado. Regresó a su celda en 2007, aunque permaneció el resto de sus días en cama. Durante su encierro, Nagata escribió varios libros y logró el apoyo de un grupo de activistas que había denunciado la escasa atención sanitaria que había recibido.

lunes, 7 de febrero de 2011

Lo poco que nos separa del mono

El genoma del ser humano, el primero de los prima­tes del que se secuenció el genoma, tardó 13 años en ver la luz: desde 1990 hasta 2003. Y la inversión fue de 3.000 millones de dólares. El último ha sido el del orangután, que se ha realizado en menos de tres años y con un coste 150 veces menor. «La velocidad a la que va la tecnología es asombrosa. Cuando empezamos en 2007, contábamos con una. pero en el camino surgió otra de segunda generación que nos permite secuenciar genomas de ani­males tan evolucionados como los primates en unos días», explica Car­los López-Otin, biólogo de la Univer­sidad de Oviedo, que ha participado ya en la secuenciación de varios ge­nomas: la rata, el ornitorrinco, el chimpancé y. ahora, el orangután. Se puede asegurar que es un experto en la materia, y por su trabajo reci­bió el Premio Nacional Ramón y Cajal de investigación en 2009.
En el fondo, el objetivo último de su trabajo y el de los muchos cole­gas implicados en estos proyectos es la búsqueda de claves genéticas que ayuden a conocer mejor el organismo humano y, por tanto, entender los cambios evolutivos de la especie y, a la vez, tener nuevos instrumentos para la lucha contra numerosas enfermedades.
En los últimos 10 años, al geno­ma del ser humano, del que ya se tienen versiones de diferentes ra­zas y orígenes, ya se habían suma­do el del chimpancé (2005) y el de los macacos rhesus (2007). Y a to­dos ellos, durante 2010 se añadie­ron dos más de humanos que ya no existen: el genoma de los neandertales y el de los denisovanos. Esta última, de momento, es la úni­ca especie de homínido descrita molecularmente, sin que se tenga material fósil suficiente como para tener su imagen.
«Tras definir el orden de los 3.000 millones de nucleótidos de nuestro ADN y cómo se organi­zan para construir 25.000 genes, había que compararlos con los de otros organismos y ver qué fun­ciones se han ido adquiriendo, modificando o perdiendo a medi­da que la especie fue evolucionan­do. Como hasta ahora eran proce­sos muy caros y complejos, se se­leccionaron especies por su interés biomédico, como la rata o el ratón, o por sus implicaciones evolutivas, como el chimpancé, el neandertal o, ahora, el orangu­tán», recalca López-Otín.

RESISTENCIA AL VIH. 
Empezando por la salud, el genoma del macaco, con el que compartimos un 93% del ADN, se está utilizando para enten­der su peculiar resistencia al VIH, distinta a la nuestra y que por tan­to podría ayudar a entender. El del chimpancé, con el que comparti­mos el 99%. desveló que el cromo­soma Y humano limpia errores ge­néticos que se mantienen en el si­mio africano. También el del orangután ya tiene una conclusión médica interesante: se ha compro­bado que genéticamente están protegidos contra un tipo de cáncer, el de páncreas, que sí afecta a nuestra especie.
Pero es sólo la punta del iceberg. Las posibili­dades de comparar ge­nomas son casi infinitas. El equipo de López- Otin. por ejemplo, traba­ja en la secuenciación de 500 genomas tumorales porque su objetivo es, según sus palabras, «disponer de información funda­mental acerca del paisaje genético del cáncer».
En cuanto a evolución, gracias a la secuenciación del ADN nuclear de los neandertales se supo que los humanos modernos se cruzaron ge­néticamente con ellos en Oriente Próximo y, por tanto, ambos com­parten casi un 4% de sus genes. También descubrió que sólo un 1% de su genoma es diferente al nues­tro. Estudios de genes concretos an­teriores, algunos llevados a cabo por el equipo de la cueva de El Sidrón, ya habían revelado caracterís­ticas de esta especie que no se ven en los huesos, como el gen del ha­bla o de su grupo sanguíneo.
«La genética aporta información sobre relaciones dentro de un gru­po o comportamientos reproducti­vos que no se pueden conseguir con la arqueología», apunta el arqueólogo Manuel Domínguez-Rodrigo. Prueba de ello es que el homínido de Denisova, que vivió desde hace un millón de años hasta hace 40.000, se descubrió gracias a los restos de ADN en el dedo de un niño.
Este año, está previsto que se co­nozcan los genomas del gorila y de los bonobos, los últimos grandes primates que quedan por secuenciar. Otras iniciativas ambiciosas son: el proyecto genoma 10K, que pretende descifrar los de 10.000 es­pecies de vertebrados; el Encode que se centra en buscar mecanis­mos de regulación de los genes comparando ADN; o el proyecto 1.000 genomas, que elabora un catálogo de las variaciones genéticas únicas de nuestra especie.

 HOMO SAPIENS

Un complicado genoma de 25.000 genes. La especie, que apareció hace 200.000 años en África, está a punto de alcanzar los 7.000 millones de individuos. Es el único homínido sobre la Tierra desde hace 18.000 años. Todos los seres huma­nos actuales comparten un antepasado femenino común que vivió en África hace unos 150.000 años.
CHIMPANCÉ
Los parientes más cercanos del ser humano. Con un 99% del genoma idéntico al humano, estos primates son capaces de fabri­car herramientas, comuni­carse y hasta tener visión de futuro. Viven en África, donde su número disminuye drásticamente cada año.
ORANGUTÁN
Un primate en grave peligro de extinción. Los conservacionistas calculan que quedan 9.000 ejemplares en Sumatra y 15.000 en Bor­neo, donde la selva está ca­yendo para crear campos de cul­tivo de palmeras de aceite. Su genoma, con el que comparti­mos un 97% de nuestro ADN, ha evolucionado muy lenta­mente en los últimos 14 millones de años. Pueden usar herramientas para conseguir alimentos, aunque no fabricarlas.
NEANDERTALES
Los humanos que se extinguieron en Europa. Esta especie humana evolu­cionó en Eurasia, después de que sus ancestros dejaran África. Los últimos vivieron en Gibraltar hace unos 28.000 años. Son muchas las hipóte­sis en torno a su desaparición (competencia de los 'sapiens', cambio climático, poca diver­sidad genética). Lo que sí se sabe ahora es que algo de ellos pervive en el ADN de to­dos los no africanos.



sábado, 5 de febrero de 2011

Usan tumbas romanas y fenicias de Villaricos para el guardar el ganado

Lejos de los expolios a los que han sido objeto numerosos yacimientos arqueológicos de Almería durante décadas, ahora la Guardia Civil se ve obligada a actuar contra la acción de los ganados y, sobre todo, la actitud irresponsable de quienes hacen un uso impropio de la historia, cultura y etnología de la provincia. Así, como resultado de la colaboración entre la Guardia Civil y la Delegación Provincial de Cultura se han intervenido sobre una zona de asentamientos que puede datar del siglo VII antes de Cristo y con necrópolis del siglo VI, para evitar el destrozo provocado por ganados.

A mediados del pasado mes personal técnico de ésta Delegación detectaron la rotura de la valla perimetral que impide el acceso a una zona arqueológica con el hallazgo de restos que indicaban su utilización y, según fuentes de la Guardia Civil, y restos de animales, finalmente se analizó que era un ganado tanto de ovejas como de cabras, que habían pastado en la zona, recibían comida en un pesebre improvisado, e incluso, había fallecido en el interior de la cueva. Como consecuencia, se inició la investigación sobre los propietarios de ganado en las inmediaciones comarcales.

Tras los primeros hallazgos, fueron los expertos de la Delegación de Cultura quienes trasladaron tanto los indicios evidentes de la ocupación de la zona por ganado ovino y caprino, hechos que comunicaron de inmediato al Servicio de Protección de la Naturaleza, quienes realizaron las últimas intervenciones.

En la inspección que realizan los agentes del SEPRONA observan, en el interior de la zona arqueológica, dentro del recinto vallado los restos de dos cadáveres de ganado ovino y en el interior de tres hipogeos funerarios, los cadáveres de tres ovejas, además de encontrar gran cantidad de restos de comida y signos evidentes de la utilización de las tumbas como pesebres para el ganado. No obstante, desde la Subdelegación de Gobierno se matiza que en el momento en que llegaron los agentes a las cuevas que eran utilizadas para la cría de ganado, no se encontraba ningún animal.

En el reconocimiento que realizan los agentes del SEPRONA a los cuerpos de los animales, encuentran una serie de marcas e identificaciones, gracias a la cuales permiten determinar la explotación ganadera a la que pertenecen, ubicada en la comarca, realizando a continuación las gestiones para mantener una entrevista con el gerente de la misma.

Según se desprende de la conversación mantenida con el propietario de la explotación, éste desconocía los hechos al tener contratado un pastor para el cuidado del ganado, comprometiéndose a reconocer la zona para recoger los cadáveres de los animales y ejecutar el protocolo establecido sobre sanidad animal en este tipo de eventos, es decir, su incineración en un lugar reglamentario.

Serán los técnicos del área de Cultura de la Junta de Andalucía los que determinarán la incidencia real sobre el espacio catalogado como patrimonio cultural y la incidencia que ha tenido la presencia del ganado en la zona catalogada.

En el yacimiento arqueológico existen elementos funerarios y fue declarado monumento nacional en 1973 e inscrito, con carácter específico, como zona arqueológica en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz por Orden de 14 de febrero de 2005 de la Consejería de Cultura. Según los informes de los técnicos regionales, la zona tiene influencia que puede llegar desde la época púnica a la visigótica.

Samuel Kunz, muere el tecer criminal nazi más buscado

No pagó uno solo de sus críme­nes. Samuel Kunz, que figuraba en el tercer lugar de la lista de criminales nazis más buscados por el Centro Simón Wiesenthal de Jerusalen, murió el 18 de noviembre en libertad a los 89 años. Era sospechoso de 10 asesina­tos, ocho de ellos con sus pro­pias manos, y de haber colabora­do en otros 434.000 durante los 19 meses en los que trabajó co­mo guardia del campo de exter­minio de Belzec, donde ingresó en enero de 1942.
Nacido en 1921, Kunz no tu­vo problemas legales hasta el pa­sado verano. Vivió en las inme­diaciones de Bonn, la que fuera capital de la República Federal de Alemania hasta la unifica­ción de 1990. donde trabajó du­rante décadas como técnico de mantenimiento en el Ministerio Federal de Construcción. Des­pués de tantos años de impuni­dad a sueldo del contribuyente, Kunz se vio alcanzado por su propia historia a los SS años. El proceso criminal abierto recien­temente en Munich contra John Demjanjuk llevó a las auto­ridades alemanas a revisar expe­dientes y a encausar a Kunz. El proceso penal contra este ya de­bería haber comenzado este mismo otoño, pero el tribunal de Bonn requirió más documen­tación a la Oficina Central para el Esclarecimiento de los Críme­nes Nazis, con sede en Dortmund. De esta manera, Kunz no pisó la cárcel ni el juzgado.
Según recoge el diario Bild. el fiscal Andreas Brendel ha la­mentado la suspensión del jui­cio, ya que "hubiera sido una buena oportunidad para acla­rar la masacre judía, en espe­cial la del campo de la muerte de Belzec".
Como John Demjanjuk, Kunz era un trawniki uno de los 3.000 o 4.000 voluntarios procedentes de la antigua Unión Soviética o Polonia que. tras ser capturados por la Wehrmacht. prefirieron colaborar con los nazis a soportar las ex­tremas condiciones a las que Alemania sometía a sus prisio­neros de guerra orientales. Su nombre se deriva de un pueblo del este polaco llamado Trawni­ki. donde durante dos o tres me­ses recibían los colaboradores soviéticos la instrucción para sus futuras tareas en los guetos judíos y en los campos de con­centración y de exterminio. Les daban uniformes decomisados al Ejército polaco y algunas ar­mas. Dado que los nazis no ter­minaban de fiarse de estos jóve­nes cómplices, que no solían su­perar los 22 años de edad, les permitían llevar solo las armas imprescindibles para el cumpli­miento de su labor.
Esta fue particularmente concisa en Sobibor, en Belzec y en Treblinka. En los tres cam­pos polacos se asesinaba. Poco más. Los judíos y los gitanos lle­gaban por centenares en vago­nes de ganado. Los guardias, si­guiendo las órdenes de los ofi­ciales alemanes de las SS, los metían a porrazos en las cáma­ras de gas y encendían los moto­res para producir los gases que los asfixiaban.
Otra de sus funciones era di­rigir los pequeños grupos de ju­díos que resolvían las faenas más duras, como arrancar los dientes de oro a los cadáveres o arrastrar afuera los restos para después limpiar las cámaras. Es­tos pequeños "comandos espe­ciales" formados por internos judíos también terminaban ase­sinados y sustituidos por recién llegados. Alrededor de dos mi­llones de personas —434.508 so­lo en Belzec murieron en es­tos tres mataderos durante la Operación Reinhardt, que es co­mo el mando alemán llamaba a su plan de asesinar a todos los judíos en los territorios ocupa­dos durante la II Guerra Mun­dial. Cientos de trawnikis. entre ellos supuestamente Kunz, prestaron una ayuda considerable para la consumación del cri­men.
El director del Centro Wie­senthal de Jerusalén. Efraim Zuroff. expresó ayer su decep­ción porque no haya pasado por prisión. "El hecho de que Kunz pudiera vivir durante décadas en Alemania sin ser juzgado es el resultado de un fallo en la estrategia de investigación: la de que quien no fuera un oficial desconocía el Holocausto", dijo Zuroff.
Samuel Kunz era un "ale­mán del Volga". Estos rusos de vieja ascendencia germana to­davía disfrutan hoy de la posibi­lidad de acceder a la ciudada­nía alemana. Después pudo lle­var en Renania una apacible y longeva existencia. Hasta el pa­sado jueves.

La batalla de Himera


Fue una de las batallas más tremendas y decisivas libradas por los antiguos griegos, y en ella también se jugó la suerte de la civilización occidental como la conocemos. Todo el mundo ha oido hablar de Salamina y, sin embargo, ¿quien recuerda Himera? Esa batalla tuvo lugar, según Heródoto (Libro VII), el mismo día que la de Salamina durante la última semana de septiembre del 480 antes de Cristo, si bien en tierra y muy lejos hacia el oeste. Si junto a la isla de Salamina, cerca de Atenas, los griegos derrotaron a los persas y conjugaron el peligro de caer bajo el yugo del poderoso imperio oriental, hundiendo la incontable flota de Jerjes, frente a Himera, en la costa norte de Sicilia, cerca de Palermo, una coalición de colonos griegos mandados por Terón, tirano de Agrigento, y Gelón, rey de Siracusa venció a otros peligrosísimos enemigos, otros "bárbaros", estos occidentales, los cartagineses, salvaguardando uno de los territorios helenos más importantes.
La coincidencia de los ataques, el persa y el cartaginés, hizo pensar a los griegos en un pacto de sus dos grandes enemigos para hacerles la pinza desde el este y el oeste. Las fuentes de la antigüedad comparan Himera con Platea hablan de una batalla grandiosa, que ahora confirma la arqueología, y que acabó con el enorme ejército cartaginés completamente derrotado y el suicidio de su comandante. Amilcar (un Magónida, nada que ver con los Bárcidas), que se habría lanzado a las llamas de una pira sacrificial, a lo Dido, evitando la captura.
El combate tuvo algo de guerra de Troya, pero al revés: los griegos asediados, que al principio llevaban la peor parte, hasta el punto de que tapiaron las puertas de la ciudad y asaltaron con un ardid —haciéndose pasar por caballería enemiga— el campamento en la playa de los atacantes cartagineses incendiando sus naves varadas. La contienda prosiguió en la llanura entre la playa y la ciudad, donde el campo de batalla ha sido ahora localizado.
De la ferocidad de la lucha "fue grande la carnicería", escribe Diodoro Sículo nos da fe el descubrimiento de los enterramientos de los guerreros griegos caídos en la batalla. Los arqueólogos han hallado incluso varias sepulturas colectivas, verdaderas fosas comunes, con los soldados alineados en una última y espectral revista y todos con heridas escalofriantes, en las que se escucha el eco metálico de la guerra antigua con toda su ferocidad. Desde el punto de vista científico pueden representarla mayor fuente de información sobre cómo luchaban y morían los griegos.
"Hemos excavado siete fosas comunes de la batalla con un centenar de cadáveres, pero hay muchísimas sepulturas individuales más de guerreros y 26 tumbas de caballos, muy raras en el mundo griego y que deben tener que ver con ese papel protagonista de la caballería en la batalla, para recordarlo”,  explica el director científico de las excavaciones, el arqueólogo Stefano Vassallo. El estudioso en el que ha participado en un curso del Instituto Catalán de Arqueología Clásica (ICAC), recuerda que la necrópolis de Himera es una de las más grandes de Italia y en ella han excavado ¡9.000 tumbas! de diferentes épocas durante los trabajos preventivos de la construcción de la línea ferroviaria Palermo-Mesina, iniciados en 2008 y recién concluidos.
Vassallo señala que los guerreros griegos de las fosas comunes yacen todos en posición dorsal, son hombres de edades entre los 25 y los 30 años y presentan traumatismos violentos debidos a heridas de armas de tajo o lanza. Muchos conservan trozos del arma que les causó la muerte: puntas de flecha o de lanza que penetraron tan profundamente que no se pudieron extraer del cuerpo.
El arqueólogo no cree que la coincidencia con Salamina sea literal (para Diodoro Sículo, Himera se libró el mismo día que la batalla de las Termopilas), pero tampoco que Heródoto se lo inventara. "No es un mito, hubo sin duda sincronía entre ambas campañas".
Himera tiene un epílogo amargo. Si bien los griegos pararon definitivamente a los persas en las guerras médicas, los cartagineses volvieron 70 años después y la revancha fue completa. En la segunda batalla de Himera (409 antes de Cristo), el nieto de Amilcar, Aníbal (otro, no el terror de los romanos), venció a los griegos y arrasó la ciudad. Himera no volvió a ser ocupada. "Fue una vendetta tremenda", asegura Vassallo. También de esta notable batalla se han excavado otras dos fosas comunes, una con 59 cadáveres. Vassallo cree que otra fosa con centenares de esqueletos muy desordenados podría albergar los restos de las victimas de la masacre de civiles ordenada por Aníbal tras la toma de la ciudad para apaciguar el fantasma de su abuelo.
El País.

jueves, 3 de febrero de 2011

Irurita, el obispo que no fue mártir

Oficialmente el prelado de Barcelona Manuel Irurita fue fusilado en 1936 por los anarquistas. Por ello ahora aguarda ser beatificado como mártir de la Cruzada. Pero testigos y pruebas documentales muestran que, en realidad, murió después de la contienda. Esta es la historia de un mártir que no fue.

Los dos vestían igual. Tanto Buenaventura Durruti, dirigente de la Federación Anarquista Ibérica (FAI), como el obispo de Barcelona, Manuel Irurita, llevaban un sencillo guardapolvo. Se trataba de entrar en el palacio episcopal de la capital catalana sin llamar la atención. No era fácil. Las calles de la Barcelona revolucionaria de aquel 20 de julio de 1936 olían a pólvora. Había algo más que eco de disparos en la calle. Los antifascistas, bajo la hegemonía de la Confederación Nacional del Trabajo, habían conseguido reducir a los militares sublevados. Durruti le había prometido al presidente de la Generalitat, Lluís Companys, que nada le pasaría al prelado, cuenta Joan Pons, que sería representante de Esquerra Republicana en el Comité Central de Milicias Antifascistas. Obispo y anarquista retiraron casi tres millones de pesetas en valores y billetes de la sede episcopal. Casi dos millones fueron ingresados y registrados por la Generalitat. El tercer millón podría haber servido para que el prelado no corriera la misma suerte que 2.437 sacerdotes y religiosos asesinados en Cataluña durante el segundo semestre de 1936 y el primero de 1937.

Ese millón, pues, actuó a modo de salvoconducto para evitar la muerte de Irurita, cuyo proceso de beatificación como mártir de la Cruzada se halla en el Vaticano. Hasta ahora, la versión oficial daba por hecho que el prelado había sido fusilado el 3 de diciembre de 1936 contra la tapia del cementerio de Montcada i Reixac, vecino a Barcelona. A la FAI no le faltaban ganas. Eran conocidas las visitas pastorales de Irurita por su diócesis acompañado de requetés armados y vestidos con uniforme tradicionalista. Ahora, una obra de Joan Bada, doctor en Historia de la Iglesia por la Gregoriana de Roma y por la Universidad de Barcelona, aporta pruebas de que el obispo no murió fusilado, sino que estaba con vida por lo menos dos años después, cuando los sublevados entraron en Barcelona, en enero de 1939. El ensayo, uno de cuyos capítulos lo copa Irurita, se limita a una exposición de datos sin aventurar interpretaciones. "No quiero contradecir a nadie, sino aportar la luz de los archivos", asegura el historiador.

Societat i Església a Catalunya. Cent anys entre constitucions i dictadures es el título del ensayo editado por la Facultad de Teología de Cataluña que contiene esa perla de la investigación sobre la muerte de Irurita. Se trata de una tesis que agrieta la historia del obispo mártir forjada por la hagiografía nacionalcatólica. Las pruebas que ofrece Bada -profesor emérito de las Facultades de Teología de Cataluña y de Historia de la Universidad de Barcelona- parten de diversas fuentes: el archivo Tarradellas, el archivo Gomá, la correspondencia del canónigo Alberto Onaindía y dos testigos. Documentos de la Cruz Roja Internacional también dan por vivo a Irurita en junio de 1937, fecha en que estaba encarcelado en la prisión de Montjuïc. Los archivos vaticanos se hallan cerrados a cal y canto hasta que se cumpla el embargo de 75 años de la muerte de Pío XII, que falleció en 1958. Tal vez entonces habrá que bajar algún santo de la peana. Pero por ahora nadie da marcha atrás. La aparición del obispo con vida hubiera supuesto un torpedo en la línea de flotación tanto del franquismo como de la Iglesia, a los que les hubiera resultado difícil explicar cómo se las apañó el prelado para sobrevivir en la Barcelona revolucionaria.

Lo cierto es que la capital catalana no contó con un nuevo obispo -Gregorio Modrego- hasta 1942, año en que podría haber muerto o presentado su renuncia Irurita. No deja de ser curioso que el 18 de octubre de 1937 se procediera al nombramiento de siete administradores apostólicos para suceder a otros tantos obispos asesinados. Entre todas esas diócesis no aparece la de Barcelona, cuando Irurita -de acuerdo con el relato oficial- había sido fusilado el 3 de diciembre de 1936.

Los defensores de la beatificación del prelado se apoyan en que las pruebas de ADN realizadas hace unos años a sus presuntos restos son irrefutables. No obstante, el que un sobrino del obispo -también sacerdote- hubiera sido fusilado en Montcada i Reixac ha podido favorecer la confusión.

Los hechos que Joan Bada aporta son que el prelado, después de pasar del centro de distribución de presos del Ateneo Colón, del barrio barcelonés de Poblenou, a la checa de Sant Elies, ingresó en la cárcel del castillo de Montjuïc. En las dos primeras estuvo bajo la protección de la FAI (por el millón de Durruti y por el pago de 24.000 pesetas por parte del vasco Manuel de Irujo, político nacionalista vasco exiliado en Barcelona que fue ministro de la República). "El señor obispo de Barcelona ha aparecido vivo (...). Irujo gastó 24.000 pesetas para conservarle la vida durante siete meses en la cárcel de San Elías. Desapareció de allí en mayo de 1937", escribe el canónigo Onaindía ese mismo año al obispo de Vitoria, Mateo Múgica. El interés del nacionalismo vasco por Irurita se debía, entre otras cosas, a su origen euskaldún.

La estrecha relación de Durruti con Joan García Oliver -faísta que fue consejero de la Generalitat y ministro con Largo Caballero- bien pudo contribuir, por otra parte, a que el obispo no fuera fusilado en el agitado periodo revolucionario.

El prelado llegó a Montjuïc con la restauración de la legalidad republicana, tras los hechos de mayo de 1937 que enfrentaron en las calles de Barcelona a Esquerra Republicana y a los comunistas, por un lado, con los revolucionarios anarquistas y del Partit Obrer d'Unificació Marxista, por otro.

Luego, la pista episcopal se pierde hasta el final de la guerra. El 28 de enero de 1939, cuando las tropas de los generales Yagüe y Solchaga ya habían entrado en Barcelona, el médico Josep Raventós i Sanromà y Francesc Aragonés vieron salir del palacio episcopal de la capital catalana al obispo Irurita acompañado por dos personas. "Señor obispo, creíamos que lo habían fusilado", le dijeron sorprendidos y alborozados. "No griten, que me comprometen", respondió el prelado.

El médico Raventós fue a comentar que había visto al obispo con vida a las monjas del dispensario de la calle de Floridablanca de Barcelona. El caso es que al día siguiente, un domingo por la tarde, fue convocado telefónicamente a la Diputación de Barcelona por el conde de Ruiseñada a petición del presidente de la entidad provincial, el conde de Montseny. En el edificio de la Generalitat, ya convertida en Diputación Provincial, Raventós fue recibido por los dos condes citados, el alcalde de Barcelona, Miguel Mateu Pla, y José Ungría Jiménez, jefe del Servicio de Información y Policía Militar (SIPM), coordinador de la quinta columna en la España republicana. De esa reunión hay pocos detalles. Ungría, que apuntó la posibilidad de que Irurita, aun después de la entrada de los sublevados en Barcelona, hubiera sido asesinado por los rojos, dijo: "Quizá lo han matado en alguna de las checas que aún funcionan", una frase curiosa proviniendo del encargado de la represión en la posguerra.

Este grupo de autoridades también visitó el domicilio de Aragonés, el otro testigo, quien ratificó que había identificado al obispo. El 1 de febrero de 1939, la agencia de noticias francesa Havas enviaba un despacho a sus abonados: "Apareció hoy el obispo de Barcelona, doctor Manuel Irurita y Almándoz, quien manifestó que al iniciarse la revolución fue detenido, pero logró fugarse y desde entonces vivió oculto en un sótano. Cuando abandonaba su refugio, lo hacía vestido de obrero, y así logró ponerse en relación con otros sacerdotes mediante los buenos oficios de personas de absoluta confianza. Agregó que al principio lo apedrearon e intentaron asesinarle cuando acudía a prestar ayuda espiritual a un enfermo. Su excelencia reverendísima monseñor Irurita Almándoz cumplirá el próximo 19 de agosto 73 años y se hallaba al frente de la diócesis de Barcelona desde el 13 de marzo de 1930". Hasta aquí otra de las pruebas de que no había sido fusilado. Más definitivos resultan, sin embargo, los testimonios de quienes lo vieron vivo después de la guerra: el médico Raventós, que dejó una carta antes de morir; y Josep Maria Aragonés, que fue monaguillo de Irurita, y que es canónigo emérito, biblista y en la actualidad rector de Torrelavit, en la diócesis de Sant Feliu de Llobregat.

Hilari Raguer, historiador, monje de Montserrat y prologuista del libro de próxima aparición, destaca la calidad de los testimonios aportados por Bada: "Nótese que no son declaraciones de anticlericales, de rojos partidarios de la República ni de personas que conocieran únicamente de oídas al obispo, sino de buenos cristianos que lo conocían personalmente y que quedaron atónitos y desconcertados cuando se hizo el traslado de los supuestos restos mortales de Irurita y se aseguró que había sido asesinado el 3 de diciembre de 1936. Pero no quisieron montar un escándalo". Quizá cuando los archivos vaticanos echen luz sobre el asunto se sabrá lo que falta: cuándo, cómo y dónde murió el obispo Manuel Irurita. -

El señor más bajito era el obispo

Este es el relato del encuentro con el obispo Irurita que ofrece Josep M. Aragonés i Rebollar, rector de Torrelavit y canónigo emérito de Barcelona. Entonces tenía 13 años.

"Era la mañana del día 28 de enero de 1939. Mi padre, Francesc Aragonés, y el señor Joan Arbós -ambos antiguos congregantes de la Congregación Mariana de Nostra Senyora del Carme y de Sant Pere Claver del Clot-, mi hermano mediano Joan y yo salimos de casa con intención de asistir a la misa de campaña anunciada en la Plaça de Catalunya. Hacía unos días que la guerra había acabado en Barcelona con la entrada a la ciudad de las tropas franquistas. (...) Estando delante del palacio episcopal vimos que se abría la puertecilla del portal grande y salían dos señores, uno alto y otro más bajito. Los dos iban con abrigo y la cabeza cubierta. Detrás de ellos salió el que seguramente les abrió la puerta y se quedó de pie mirando a los dos señores cómo se dirigían por la calle del Bisbe hacia arriba en dirección a la plaza de Sant Jaume. Tan pronto como nuestro grupo vio a los dos señores que acababan de salir del palacio episcopal, tanto el señor Arbós como mi padre exclamaron sorprendidos: '¿Verdad que este es el señor obispo? ¿Pero no se decía que lo habían matado?'. Y nos acercamos a aquellos dos señores. Para no entorpecer el paso de los que pasaban por la calle del Bisbe, nos apartamos un poco hasta delante de la capilla de Santa Llúcia, de la catedral, que evidentemente estaba cerrada. Mi padre y el señor Arbós saludaron al señor más bajito diciéndole: 'Señor obispo, creíamos que lo habían fusilado', e hicieron el gesto de besarle la mano. Por toda respuesta este señor suplicó: 'No griten, que me comprometen'. Los dos niños, Joan que entonces tenía 11 años, y yo, 13, también le besamos la mano. (...). Después de esto se despidió pidiéndonos que no hablásemos alto. (...). Nuestro grupo permaneció de pie delante de la capilla de Santa Llúcia. Fue entonces cuando se nos unió el doctor Raventós: (...). ¿Verdad que era el doctor Irurita? [era doctor en teología] Y mi padre y el señor Arbós le contaron cómo habían visto salir del palacio a estos dos señores y cómo ellos habían reconocido al más bajito como el señor obispo (...). Al cabo de pocos días, el sacerdote militar nos dijo que los hermanos de Irurita tenían un gran interés en hablar con nosotros. Fuimos citados a un piso del paseo de Gràcia, donde nos recibió. A cada uno de nosotros -el señor Arbós, mi padre, Joan y a mí- nos interrogaron aparte, en habitaciones diferentes. Acabado el interrogatorio nos encontramos todos en el recibidor de la casa. Los dos hermanos Irurita comentaron delante de nosotros: 'Todos cuentan lo mismo y del mismo modo'. Entonces el hermano laico exclamó: 'Manuel era un santo', a lo que el otro hermano, fraile capuchino, replicó: 'Déjate de santos, lo que nos interesa saber es si Manuel sigue vivo y dónde está'. Después, dirigiéndose los dos a nosotros, nos comentaron que estaban pasando una gran angustia ya que además de nosotros había algunas otras personas que decían que lo habían visto (...). Nos dijeron que no difundiéramos lo que habíamos visto delante del palacio episcopal, porque después podía dar paso a crear confusión (...)".

EL País